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Identificación. Hay que conocer qué tipos de residuos producimos y la cantidad. Así podemos saber qué medidas hay que aplicar, dependiendo de sí hay que realizar una gestión de residuos general o hay que incluir una gestión de residuos peligrosos. Es conveniente que tras esa identificación se realice un Estudio de Impacto Ambiental.
Fijación de objetivos. Hay que realizar una fijación de los objetivos para reducir la producción de residuos, así como los impactos negativos que la actividad de la empresa puede producir en el medio ambiente y en la salud de los trabajadores.
Medidas para minimizar los residuos que se puedan generar. Detallando, no solo cuáles son sino también los recursos financieros y de personal que se van a asignar. También deben incluir las medidas de control y los flujos de comunicación. Entre estas medidas deben contemplarse las acciones a seguir para la valorización, reciclado o reutilización de esos residuos y los planes de consumo eficiente de energía, agua, materias primas y otros recursos. También deben estar presentes las medidas para prevenir accidentes graves y para evitar el riesgo de contaminación.
Almacenamiento. Debe existir un punto limpio donde almacenar los residuos hasta su recogida por una empresa de gestión de residuos. En el plan hay que explicar las características de ese espacio y cómo se van a depositar y almacenar los residuos, haciendo hincapié en las medidas para la separación de residuos en origen.
Registro. Es importante llevar un registro de los residuos peligrosos y no peligrosos y del destino de los mismos.
Verificación. Son las actuaciones que se van realizando para comprobar que se está implantando correctamente el plan de gestión de residuos. Además se tiene que incluir un sistema de evaluación y control de consecución de objetivos.