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Alsa. Intentaba con mis manos coger su cabeza, pero mi fuerza mermaba, sé agotaba, no podía apartar de su cuerpo el cáncer. Ella fumaba y carraspeaba, se hallaba en sus últimos días, los calmantes la tenían drogada. Soñaba con un campo con flores, sentía aproximarse el fin, deseaba escapar de ese cuerpo que la limitaba.
La Mirada me mostraba a dos jóvenes en Barcelona que si forzaban la unión. Abajo la ciudad se preparaba para resistir otro día, me recordaba mi habitación en el Hotel Intercontinental y las de mis vecinos. Cuando ella murió, vi que su cuerpo se separó y una mancha negra se elevó . Me sentía derrotado exhausto, me aparté, mientras se oía la risa que había sellado la Atlántida.
La Mirada me convenció para retirarme a descansar a la montaña , pero su recuerdo se hacia insoportable . Mi corazón se pararía, tal vez mi cabeza estallaría. Sería el fin de Martín Alsa. Alsa! -.
Salvat. Su enfermera le subió la falda, luego le anudó la blusa y le puso una chaqueta gris clara. Le peinaron hacia atrás, fuerte el rodete, liso el cabello sobre su nuca, -como a ella le gustaba- , poca pintura en los ojos , algo de colorete para disimular su palidez. Ella tal vez pensaría, ¡hoy haré un gran discurso!.
Las presiones militares y el populismo superficial y carismático del General , habían creado una gran oposición de la milicia a su objetivo. Ayer había solicitado ver a Martín Alsa y a su último amante. Con Martín conversó largamente. De Martin Alsa aceptó, la confirmación de su deterioro físico.
Me cuesta alzarme, la tos me altera, me pone histérica, esta tarde siento en mi cuerpo los últimos días. ¡Está enfermera estúpida me observa! . Está tarde tengo menos nauseas , ¡si hasta tengo fuerzas para hacer un buen discurso !. ¡ Estos militares me han hartado!.
_Me duele el cuerpo, pero, hoy deseo hablar... -. Le subieron en el asiento trasero, a su lado se sentó la enfermera, delante el chofer y Él. Los militares no permitirían al General otro desplante. Era Ella, la única capaz de hacer callar al país, la única capaz de imponer el silencio a los uniformes.
No podían tolerar su lengua, mordaz, ni ese país de descamisados, de insolentes. Habían pensado en este país, que se encontrarían con una pequeña mujer de 1,50 mts. , y se hallaron con una gran dama, capaz de abrir sus manos llenas de trigo. La morfina se esparce, los dolores desaparecen, creo que podré hacer un buen discurso.
Siento murmullos, ¡ hay demasiados militares esta tarde!. En estos días he pensado mucho en todos, en mi General, en nuestro querido país. Los militares al verla se ponen lívidos, no pueden creer que aquella mujer este a punto de morir. Los ojos de Él miran hacia la enfermera , esta acerca una camilla .
Ella se inclina, gira su cabeza y vomita. Serian cerca de las 10 de la mañana, llegue a la calle Pueyrredon, era una casona gris, con una valla alta de cemento y una puerta de hierro de color verde oscuro, al traspasar la entrada, hacia la derecha, había un árbol frondoso , que ocultaba una puerta con cristaleras. Levante la mano de cobre del centro de la puerta y pique tres veces con fuerza. Sus ojos de color negro, con cejas suaves, una nariz redonda y un cabello oscuro y lacio que peinaba con gomina en abundancia.
Su mirada se me incrustó, sentía que me repasaba. Llegamos al fondo, se habría una habitación, era una cocina , pequeña , con una mesa de frente a la ventana del patio, casi al final sentado en un sillón estaba Él, de espaldas, con su cabello rizado y canoso. _¡Esta Martín Alsa!. Se giró un poco, elevó su cabeza y clavó su mirada en mi, otra vez sentí que me escrutaban.
Era una mañana en que el sol llenaba toda la habitación. Comenzó a hablar lentamente dejando que su cabeza estuviese en dirección al exterior, yo veía reflejarse en la pared lo que decía. Luego veía elevarse dos mitades hacia el cielo, una la Mirada que Habla se desplazaba hacia Occidente , la otra , la Mirada de A hacia Oriente .
FALTA MAS PERO NO ME DEJA TE LA PUSE EN EL COMETARIO
FUENTE RESOOMER