• Asignatura: Arte
  • Autor: diegomela1309
  • hace 4 años

tipos de dramaturgos con su fragmento de su obra

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Respuestas

Respuesta dada por: lizvaleria1306
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Respuesta:

Sófocles, Esquilo(tragedia griega) y Aristófanes (comedia)

Sófocles: (Edipo Rey)

PASTOR:

¡Ay!, ¡heme aquí ante una cosa horrible de decir!

EDIPO:

Y para mí también horrible de oír. Pero, sin embargo, tengo que oírla.

Edipo Rey (Fragmento),

Sófocles

ÁTOPOS

XVI

PASTOR:

Se decía que era hijo de Layo. Pero ella está en casa, tu mujer, te diría mejor que nadie

cómo fue eso.

EDIPO:

¿Te lo dio ella?

PASTOR:

Sí, rey.

EDIPO:

¿Para qué?

PASTOR:

Para que lo hiciera desaparecer.

EDIPO:

¿Una madre? ¡desgraciada!

PASTOR:

Por miedo de horribles oráculos.

EDIPO:

¿Qué decían esos oráculos?

PASTOR:

Que aquel niño debía matar a sus padres; así se decía.

EDIPO:

Pero tú, ¿por qué se lo entregaste a este anciano?

PASTOR:

Por piedad, señor. Pensaba que se lo llevaría a otra comarca, a la isla donde él vivía. Mas

él, para las más grandes desgracias, lo guardó junto a sí. Porque si tú eres el que él dice,

has de saber que eres el más infortunado de los hombres.

EDIPO:

¡Ay! ¡Ay! Todo se ha aclarado ahora. ¡Oh luz, pudiera yo verte por última vez en este

instante! Nací de quien no debería haber nacido; he vivido con quienes no debería estar

viviendo; maté a quien no debería haber matado.

(EDIPO entra precipitadamente al palacio.

Los dos pastores se marchan, cada uno por su lado)

ÁTOPOS

XVII

Edipo Rey, el hijo

de la fortuna, Pier

Paolo Pasolini,

1967

PASTOR:

¡Ay!, ¡heme aquí ante una cosa horrible de decir!

EDIPO:

Y para mí también horrible de oír. Pero, sin embargo, tengo que oírla.

Edipo Rey (Fragmento),

Sófocles

ÁTOPOS

XVI

PASTOR:

Se decía que era hijo de Layo. Pero ella está en casa, tu mujer, te diría mejor que nadie

cómo fue eso.

EDIPO:

¿Te lo dio ella?

PASTOR:

Sí, rey.

EDIPO:

¿Para qué?

PASTOR:

Para que lo hiciera desaparecer.

EDIPO:

¿Una madre? ¡desgraciada!

PASTOR:

Por miedo de horribles oráculos.

EDIPO:

¿Qué decían esos oráculos?

PASTOR:

Que aquel niño debía matar a sus padres; así se decía.

EDIPO:

Pero tú, ¿por qué se lo entregaste a este anciano?

PASTOR:

Por piedad, señor. Pensaba que se lo llevaría a otra comarca, a la isla donde él vivía. Mas

él, para las más grandes desgracias, lo guardó junto a sí. Porque si tú eres el que él dice,

has de saber que eres el más infortunado de los hombres.

EDIPO:

¡Ay! ¡Ay! Todo se ha aclarado ahora. ¡Oh luz, pudiera yo verte por última vez en este

instante! Nací de quien no debería haber nacido; he vivido con quienes no debería estar

viviendo; maté a quien no debería haber matado.

(EDIPO entra precipitadamente al palacio.

Los dos pastores se marchan, cada uno por su lado)

Esquilo: (Agamenón)

"Pido a los dioses que me libren de este penoso trabajo, de esta guardia sin fin que estoy haciendo en lo alto del palacio de los Atridas, todo el año alerta como un perro, contemplando las varias constelaciones de los astros de la noche... Siempre esperando... Llega la noche, mas no viene con ella el reposo a mi lecho húmedo de rocío. Jamás le visitan los sueños; en vez del sueño, es el temor quien se sienta a mi cabecera y no me deja cerrar los ojos al descanso. ...¡Venga por fin el dichoso instante que me vea libre de esta fatiga! ¡Aparezca en medio de la noche el fuego de la buena nueva!

(...)

A condición de las cosas humanas! Prósperas, una sombra puede darles la vuelta; si viene el infortunio, una esponja mojada, arrojada contra ellas, borra el dibujo. Es esto mucho más que aquello, lo que me mueve a la piedad."

Aristófanes:

(Las tesmoforiantes)

(La acción transcurre, primero, frente a la casa de Agatón y después junto al templo de Deméter.)

MNESÍLOCO:

(Siguiendo penosamente a Eurípides.) ¡Oh, Zeus! ¿Cuándo veré aparecer una golondrina? Este hombre va a acabar conmigo haciéndome correr desde el amanecer. ¿Podré antes de que me estalle el bazo, saber donde me conduces, Eurípides?

EURÍPIDES:

No debes oír lo que pronto has de ver.

MNESÍLOCO:

¿Cómo dices? Repítelo ¿No debo oír..

EURÍPIDES:

Lo que pronto vas a ver...

MNESÍLOCO:

¿Y tampoco será menester que vea?

EURÍPIDES:

No, al menos lo que debes oír.

MNESÍLOCO:

¿Qué es lo que me aconsejas? Confieso, sin embargo que hablas hábilmente. ¿Dices que no debo oír ni ver?

EURÍPIDES:

Sí; puesto que son dos funciones distintas por naturaleza.

MNESÍLOCO:

¿La de oír y la de no ver?

EURÍPIDES:

Sí; tenlo entendido.

MNESÍLOCO:

¿Cómo distintas?

EURÍPIDES:

Escucha cómo esa distinción se hizo desde los orígenes. Cuando el Eter se separó del Caos y engendró los anímales que en su seno se agitaban, con objeto de que viesen, les hizo primero los ojos redondos como el disco del sol, y después les abrió los oídos en forma de embudo.

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