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>Por lo general cuando una persona organiza el programa de ir al teatro, lo primero que le viene a la mente es un escenario, butacas, actores y escenografía sobre el escenario y una obra guionada que es representada a través de estos. La idea de público, por su parte, aparece como una acción pasiva, que consiste simplemente en estar sentados en silencio, escuchando y viendo una obra dentro de un edificio destinado a las representaciones teatrales. Cabe preguntarse entonces: ¿es el teatro un espectáculo puramente visual y auditivo? Este trabajo buscará demostrar cómo el teatro puede involucrar un espectáculo que vaya más allá de la visión y el olfato. Para esto se hará hincapié en los distintos tipos de teatros, tales como el isabelino, el teatro del siglo de oro español y el teatro a la italiana y se comparará con un fenómeno contemporáneo que ha surgido recientemente: el teatro ciego.
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Cabe preguntarse entonces: ¿es el teatro un espectáculo puramente visual y auditivo? Este trabajo buscará demostrar cómo el teatro puede involucrar un espectáculo que vaya más allá de la visión y el olfato. Para esto se hará hincapié en los distintos tipos de teatros, tales como el isabelino, el teatro del siglo de oro español y el teatro a la italiana y se comparará con un fenómeno contemporáneo que ha surgido recientemente: el teatro ciego
La auténtica revolución teatral del siglo XX tiene lugar ya a principios de siglo (el actor se identifica con el personaje, dialoga con el público, se reducen los decorados, se da mayor protagonismo a la iluminación, se desintegra el lenguaje…), con figuras como Stanislavski, Ionesco o Beckett. El francés Antonin Artaud había expuesto en 1938 en su libro El teatro y su doble su visión del teatro de la crueldad: para conmover al espectador se ha de destruir la realidad sobre el escenario, como en una especie de exorcismo que saque en el ritual del espectáculo lo más violento, lo más cruel, si es que es necesario. Artaud concebía el teatro como un espectáculo total, en el que los gestos o la expresión corporal se integraban en un mismo plano con el espectáculo.
En los años 60 surge un nuevo teatro experimental. Este nuevo teatro pretende eliminar las convenciones para transformar así el concepto de espectáculo. Algunas de las nuevas aportaciones, que parten de innovaciones anteriores, han revolucionado por completo el teatro en los últimos años, aunque no hayan gozado del favor del público ni de los productores teatrales.
le puede afirmar que el teatro isabelino se basaba en este concepto, ya que el espectador de esa época sabía que estaba yendo a ver una obra y que lo que se representaba en el escenario era ficticio. Además al no haber una ilusión o intento de mostrar visualmente ese espacio ficticio, el espectador no tenía más remedio que imaginárselo por medio de los personajes y sus diálogos, sin olvidar su papel de público. Finalmente cuando los nobles comienzan a interesarse por el teatro, se construye el primer teatro público llamado The Theater y los actores y dramaturgos comienzan a actuar ante la corte. Esto provocó la aparición de teatros públicos donde podían asistir tanto nobles como burgueses y gente de clase social menor, y teatros privados, donde asistían mayormente aristócratas o burgueses de la clase alta inglesa. A pesar de que se fundaron compañías teatrales, convirtiendo a los actores y dramaturgos en trabajadores de su oficio, el formato de las obras nunca se perdió. Las representaciones del teatro isabelino, evolucionaron al aparecer los teatros, al agregar apenas un poco de escenografía, en los teatros privados o en las representaciones de las cortes, sin embargo en la mayoría de las obras la visión seguía siendo la misma. Los teatros públicos isabelinos eran grandes, usualmente redondos y al aire libre, sólo algunas de las gradas tendría techo y podían caber ahí unas 2000 personas, aproximadamente. Así la autora habla del concepto de espacio neutro para estas obras. Este concepto, consiste en un teatro al aire libre sin escenografías demasiado elaboradas, flexible y que permitía una gran cantidad de oportunidades. Ya que la idea era que a través del decorado verbal de los actores, el tiempo continuo de las obras, el vestuario de los personajes y algunos artefactos de utilería, se pudiera lograr este pacto lúdico con el espectador. Ahora cabe preguntarse: si este teatro tenía vestuario y utilería y se podían ver a los actores, ¿era un espectáculo visual? Podría afirmarse que sí, ya que si no fuera por el pacto lúdico que existe entre público y los actores, todo lo que vería el espectador del teatro isabelino es un actor caminando por un escenario mientras recita versos. Es por medio de la teatralidad y su pacto con el espectador que este espectáculo puede disfrutarse. Hay elementos visuales sí, pero estos no son los que estructuran la obra: es el imaginario colectivo el que lo hace. Si no existiera este pacto, las representaciones no serían disfrutadas. Por lo cual, puede afirmarse que el teatro isabelino es un espectáculo que va mucho más allá de lo visual y juega con la mente y la creatividad imaginario de su espectador.
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