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Respuesta:
Clases bajas urbanas
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Datos principales
Inicio
1833DC
Fin
1868DC
Rango
1833DC to 1868DC
Periodo
Reinado Isabel II
Lugar
España
Derechos
Germán Rueda
Desarrollo
A pesar del limitado conocimiento de la historiografía actual sobre el más importante sector de la sociedad española del siglo XIX, intentaré adentrarme resaltando los rasgos de dualidad entre los abundantes restos de la organización del Antiguo Régimen, que a veces se prolongan hasta el siglo XX, y la nueva sociedad que sólo lentamente se abre paso, sobre todo en las más importantes ciudades y su entorno. Ya hemos visto cómo algunas ciudades crecen mucho, en términos relativos y comparadas con ellas mismas, en los primeros dos tercios del siglo XIX. Sin embargo, aún sigue siendo escasa la población que habita en ellas en relación con la que vive en los núcleos rurales. La importancia de la población urbana reside, más que en el número, en su vitalidad, su capacidad de organizar y decidir el futuro de la nación y, en definitiva, en ser el elemento adelantado de la sociedad contemporánea que acabará siendo común en el siglo XX. Sin embargo, no hay que pensar que todos los habitantes de las ciudades formaban parte de una sociedad evolucionada. Esto será una tendencia, una lenta tendencia, que tardará en imponerse. Por el contrario, sobre todo en las primeras cuatro décadas del siglo XIX, buena parte de los vecinos urbanos seguían pareciéndose más a sus antepasados del Antiguo Régimen. En una considerable proporción (en Valladolid en el año 1840 más de 54%) las clases bajas se dedicaban al sector servicios y casi la mitad de ellos, entre los que abundaban las mujeres, trabajaban en el servicio doméstico seguidos de los mozos de comercio o pequeños tenderos autónomos -vendedores en puestos de mercados y similares- más próximos a las clases bajas que a las clases medias. Es destacable el hecho de que aproximadamente una cuarta parte de la población eran chicas de servicio, inmigrantes casi todas y empleadas en su mayor parte en casas particulares. Su trabajo no tenía horario ni días de descanso reglamentados. Su salario, más que en dinero, que era escasísimo, lo recibían en alimentación, habitación y vestido. La idea de que la mujer ha comenzado a trabajar fuera de su propio hogar masivamente en España desde hace poco tiempo debe ser matizada. Es cierto, pero sólo aplicable a las clases medias y altas. En el Antiguo Régimen y en el período que estamos estudiando de la sociedad contemporánea, la gran mayoría de las mujeres, pertenecientes a las clases bajas en porcentajes en torno al 90%, trabajaban fuera de su casa al menos durante algún período de su vida, si no toda la vida. Lo hacían en el servicio doméstico (como fijos o como asistentas, lavanderas, costureras o amas de cría durante algunas horas al día) o en las tareas del campo, especialmente en los períodos de mayor trabajo. Algunas otras, relativamente pocas (menos del 20%), tenían trabajo en talleres, comercios, etc. Sin embargo, había muchas desigualdades, la principal es que percibían salarios inferiores a los hombres. El ideal que relegaba a la mujer exclusivamente al hogar, con un trabajo relativo en cuanto que eran ayudadas por otras mujeres que tenían a su servicio, era exclusivo de las clases medias y altas. Esto explica, que a medida que avanza la Edad Contemporánea y se amplía el número de familias que se integran en las clases medias, disminuyan porcentualmente las mujeres trabajadoras. El número de sirvientes urbanos, entre los que las mujeres eran la abrumadura mayoría en una proporción de tres por uno con respecto a los varones (según reflejan los censos de 1860 y 1877), creció considerablemente entre 1797 y 1860, pero se estabilizó con tendencia a disminuir entre esta última fecha y 1877.
Explicación:
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