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Eduardo Kingman Riofrío (Zaruma, El Oro, 23 de febrero de 1913 - Quito, 27 de noviembre de 1997), conocido como El pintor de las manos, fue un pintor, dibujante, grabador y muralista ecuatoriano, considerado como uno de los maestros del expresionismo y el indigenismo ecuatoriano del siglo XX junto a Oswaldo Guayasamín y Camilo Egas.
Para el año 1906, la empresa minera estadounidense South America Develoment Company requería servicios médicos para los empleados importantes de la mina aurífera de Portovelo, ya que según un informe escrito de la compañía, Portovelo debía ser un caserío miserable donde unas pocas familias llenas de paludismo llevan una existencia por demás personas.2 Esta fue la razón que llevó al médico Edward Kingman, de Newton, Connecticut, a Ecuador.
Desde Loja, que se encontraba a un día de viaje de la mina de Portovelo, se llamó a Kingman para que atendiese a dos pacientes. Al primero no le dio esperanzas de vida, pero pudo tratar a la aristócrata lojana Rosita Riofrío, viuda de Córdoba. Al poco tiempo, Edward Kingman y Rosita Riofrío contrajeron matrimonio y tuvieron tres hijosː Eunice, Eduardo y Nicolás Kingman Riofrío (periodista, escritor y político).
A los pocos años, Edward Kingman regresaría a Estados Unidos movido por una nostalgia muy grande y dejando en Ecuador a su esposa y sus hijos junto con una herencia de cien mil sucres, cantidad muy estimable para la época. Eventualmente, gastar los ingresos para mantener el estilo de vida de la familia junto con ruinosos negocios colocados en manos de Rafael Riofrío, terminarían por dilapidar el dinero con el que disponían y llevaron a la familia a medidas extremas como la venta de la casa, acoso de los acreedores y un ambiente ambiguo para la pequeña familia de ricos aristócratas venidos a menos. La presión y el ambiente obligaron a la familia a mudarse a Quito en 1918. Uno de los recuerdos más importantes que dejaron en su casa en Loja, era el dibujo de un dragón hecho con tizones de cocina que se encontraba en uno de los corredores entablados que se conectaban con el patio, realizado por el joven Eduardo y era, como él decía, el dragón de la guerra, el cual la familia mostraba orgullosa a todas las visitas.
La primera impresión en Kingman a su llegada no fue la más grata, Quito le pareció una ciudad triste, como cualquier otra gran ciudad -aunque aquella fuera una pequeña gran ciudad-. Se instalaron en una casa, en aquel entonces, a las afueras de la ciudad, al norte, en la 10 de Agosto y Colón. Sus estudios primarios los realizó en la escuela anexa del normal Juan Montalvo, posteriormente estudiaría durante un año en el Colegio Nacional Mejía. Pero la atracción por el arte era cada vez más fuerte, hasta que en 1928 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Quito que se encontraba en el parque de la Alameda.3
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