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La urbanización galopante da una dimensión particular a la problemática alimentaria de los países en desarrollo, debido especialmente a su influencia en los modelos de consumo. El desnivel entre el campo y la ciudad en materia de hábitos alimentarios refleja las diferencias del entorno sociocultural, de la actividad económica y del modo de vida. En la ciudad, los alimentos básicos tradicionales tienden a ser desplazados por el arroz y el trigo. Este fenómeno típico de la urbanización puede tener repercusiones económicas considerables. El hecho de que en las zonas urbanas el consumo de carne, legumbres y frutas sea globalmente más elevado puede deberse esencialmente a los ingresos de la población. Como la alimentación en la ciudad depende estrechamente del poder adquisitivo, es posible que la miseria nutricional de los pobres sea allí mayor que en las zonas rurales. Con el consumo creciente de alimentos de origen animal, de materias grasas y de productos industriales muy elaborados, la población urbana del Tercer Mundo se verá cada vez más expuesta a las llamadas «enfermedades de la civilización». Es importante conocer mejor el consumo urbano de alimentos para adaptar mejor la producción alimentaria local a las exigencias de la población urbana y orientarla hacia mejores opciones.
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