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Los habitantes de un lugar llamado Aztlán, luego conocidos como los mexicas, fueron ordenados por su dios guía, Huitzilopochtli, para que abandonaran esas tierras y comenzaran a peregrinar hasta encontrar la señal que él les había prometido: un águila posada sobre un nopal.
Explicación:
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Los habitantes de un lugar llamado Aztlán, luego conocidos como los mexicas, fueron ordenados por su dios guía, Huitzilopochtli, para que abandonaran esas tierras y comenzaran a peregrinar hasta encontrar la señal que él les había prometido: un águila posada sobre un nopal. Esa imagen sería el indicador de que habían llegado al sitio en donde debían fundar una nueva ciudad y un imperio como ninguno conocido hasta el momento.
Seguimiento .
Caminaron durante años y se convirtieron en un pueblo errante hasta que, un día, al llegar a los límites del lago de Texcoco (región dominada por el señorío de Azcapotzalco), vieron la señal que tanto esperaban justo en un islote en medio del lago. Aquella águila majestuosa extendía sus alas como lo había prometido Huitzilopochtli, de un nopal que nacía del corazón de Copil, el sobrino del dios que había osado retarlo.
Las características del lugar fueron fundamentales para su supervivencia, ya que su aislamiento natural les ofreció ventajas militares y económicas. El agua y las tierras les proporcionaron grandes beneficios también.
Al cabo de un tiempo, Tenochtitlan se convirtió en una de las ciudades más importantes de su época, y fue la cabeza de un poderoso imperio que dominó gran parte de Mesoamérica.