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La aguja de coser tiene una antigüedad confirmada de como mínimo 40.000 años, pero podría tener una antigüedad de más de 60.000 puesto que una pequeña punta de hueso esculpido durante el Paleolítico medio del continente africano podría corresponder a la punta de una aguja de coser. La punta fue encontrada en 2006 en la cueva de Sibudu, en Sudáfrica, y ha sido fechada en una antigüedad de más de 61.000 años.1 No se ha obtenido todavía la confirmación de que se trate realmente de una aguja de coser. La aguja de coser confirmada más antigua conocida hasta la fecha fue descubierta en el siglo XX por el arqueólogo esloveno Srečko Brodar (1893 – 1987) en la cueva de Potok, situada en el este de las montañas Karavanke, en Eslovenia, y tiene una antigüedad de unos 41.000 años.23 Más tarde, durante el Paleolítico superior, en Europa, las agujas de coser esculpidas en hueso se vuelven habituales en los períodos solutrense (aproximadamente de 22.000 a 17.000 años «AP», es decir, «antes del presente») y magdaleniense (aprox. de 17.000 a 12.000 años AP).
Mucho más tarde, con el descubrimiento de los metales, las agujas de coser comenzaron a hacerse primero con cobre, en Anatolia, aproximadamente unos 5.500 años a. C., y más tarde con bronce y con hierro. Se cree que hace unos mil años aproximadamente los chinos, durante la Edad Media, fueron los primeros en utilizar agujas de acero, y que los árabes se encargaron de llevar el acero a Europa. Ya en 1730 había importantes fabricantes de agujas en Núremberg (Alemania), y durante el reinado de Isabel I de Inglaterra ya había muchos fabricantes de agujas en Inglaterra. Desde la prehistoria hasta el siglo XIX las agujas con ojo (un agujero llamado «hondón»4) se fabricaban todavía a mano, como en la prehistoria y como en todas las edades anteriores. Las primeras agujas de metal con ojo fabricadas en serie salieron al mercado en 1826, pero no fue hasta 1885 que la maquinaria fue arreglada para estampar bien el ojo en la aguja. Posteriormente se divulgaron las agujas para máquinas de coser, similares a una aguja normal, pero con el ojo en la parte inferior de la aguja.
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Evolución de de las agujas de coser y tipos
Grecia y Roma se fabricaron agujas de los más diversos materiales, desde el hueso o el marfil a la madera, la plata y el oro. Entre las ruinas de termas y templos, de villas y casas a lo largo del Imperio son numerosos los ejemplares de agujas romanas halladas.
Procedentes de las antiguas ruinas de la Pompeya del siglo I son algunos ejemplares que apenas difieren de las modernas: agujas de hierro pequeñas, de unos tres centímetros de largo que aparecen junto al canastillo de modista con su dedal y sus botones incluidos.
Hubo también agujas de coser de bronce, marfil e incluso de madera, aunque lo corriente era hacerlas de hueso. Su agujero era tan pequeño que costaba enhebrarla.
Ya entonces se guardaban en acericos en forma de tortuga (símbolo de la paciencia y tranquilidad que necesita la costurera), o acericos de oro, pues los acericos romanos o aciarium = portador de agujas, fueron objeto de regalo a doncellas casaderas para que fuera confeccionando su ajuar.
Además de la aguja se necesitaba hilo y dedal. Como hilo se utilizó fibras vegetales y tendones finos de animales, generalmente el ciervo y el toro; también se recurrió a otro tipo de fibra: hay que tener en cuenta que el hilado y el tejido son artes muy antiguas.
Aquellos sastres prehistóricos tenían conocimiento de costura: daban las puntadas alternas, muy separadas una de otra, a modo de toscos hilvanes, pero tan eficaces que el atuendo aguantaba el ejercicio violento de la caza.
Culturas tan sofisticadas como la babilonia, la civilización egipcia, la griega y la romana apenas introdujeron otro cambio que el uso de los metales en su elaboración, salto que parece considerable, pero que no variaba el fondo del invento.
De hecho la aguja de hueso era más resistente que la aguja de cobre, por eso la aguja egipcia, que era muy larga, se rompía con facilidad, por lo que se aprovechaban los fragmentos para confeccionar agujas más pequeñas.
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