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El hallazgo en el sur de Siberia de los restos de una
clase de homínido desconocido de hace 40.000 años está destinado a
revolucionar algunos de los conceptos clave de la paleontología moderna.
De hecho, se trata de una especie contemporánea a la nuestra y de la que no había noticias hasta ahora.
Una especie humana, otra, inteligente y que vivió al mismo tiempo que
nuestros antepasados y que los neandertales, el otro grupo humano que en
aquél momento habitaba en Asia y Europa. El excepcional descubrimiento
se publica hoy en Nature.
Un espectacular y poco frecuente descubrimiento acaba de
alterar para siempre lo que sabemos (o creíamos saber) sobre cómo el
hombre moderno consiguió poblar el mundo a partir de su continente
natal, África. Durante largas décadas, los paleontólogos han ido
dibujando un cuadro en el que, durante los últimos 40.000 años,
aparecían dos únicos protagonistas: los neandertales, que en aquél
tiempo ocupaban la mayor parte de Europa y extensas zonas de Asia (hasta
que se extinguieron hace unos 15.000 años); y los humanos modernos,
nuestros antepasados directos, que tras abandonar África unos veinte
mil años antes de esa fecha, se multiplicaban y extendían por toda
Eurasia.
En 2003, el panorama cambió tras la aparición de una
tercera especie humana, un pequeño homínido aparecido en Indonesia y
bautizado como Hombre de Flores. Y ahora, en un estudio que hoy mismo publica la revista Nature, Johannes Krause, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, de Leipzig, en Alemania, añade a la «familia» humana una cuarta especie, un nuevo miembro que obligará a replantearse lo que creíamos saber hasta ahora.
Pero el descubrimiento de Krause y sus colegas pasará a la historia, también, por otra razón: se trata de la primera vez que se describe una nueva especie de homínido a partir de su ADN
y no de la morfología de alguno de sus huesos fosilizados. Un ADN que
procede de un fragmento del hueso de un dedo descubierto en la Cueva de Denisova,
en los montes Altai, al sur de Siberia. La cueva fue ocupada de forma
intermitente por grupos de humanos desde hace por lo menos 125.000 años
pero, a pesar de que han aparecido numerosas herramientas de piedra de
diferentes periodos, en ella se han encontrado muy pocos restos humanos,
totalmente insuficientes como para realizar los estudios morfológicos
habituales.
Análisis de las mitocondriasEs
precisamente sobre estos escasos y fragmentarios restos fósiles que
Krause ha llevado a cabo sus análisis genéticos. Análisis que han
llevado al sorprendente e inesperado descubrimiento de una especie
humana totalmente desconocida. El fragmento de dedo procede de una capa
de sedimento cuya datación arroja una antiguedad de entre 48.000 y 30.000 años.
Y analizar el ADN de una muestra tan antigua es ya, de por sí, todo un
reto para la Ciencia, que ha podido ser abordado gracias a las nuevas
técnicas que el Instituto Max Planck está utilizando para otro gran
proyecto (dirigido por Svante Pääbo, que también ha participado en esta investigación), el de secuenciación del genoma de un hombre de Neandertal.
Para realizar su trabajo, los investigadores se centraron
en un tipo muy particular de ADN, el contenido en unos orgánulos del
interior de la célula llamados mitocondrias.
Para enfrentarse a unas muestras tan escasas y antiguas, el ADN
mitocondrial resulta mucho más adecuado, ya que cada célula contiene
cerca de 8.000 copias (una en cada mitocondria) frente a las dos únicas
copias que posee de ADN nuclear. Utilizando
los mismos métodos de secuenciación ya usados con neandertales y
mamuts, Krause consiguió ensamblar, a partir de varios fragmentos, una
secuencia completa de ADN mitocondrial del dedo de Denisova.
Pero Krause no fue consciente de su hallazgo hasta que
comparó esa secuencia con otras análogas de humanos modernos y de
neandertales y se dio cuenta de que era única. ¿A quién podía pertenecer
ese ADN de hace 40.000 años si no era de un neandertal ni de un Homo
sapiens? Una posibilidad era que se tratara de un descendiente directo
de Homo erectus, la especie que abandonó Africa hace ya casi dos
millones de años y que sobrevivió en Indonesia hasta hace cerca de cien
mil... pero nada hacía suponer que esa excepción pudiera aplicarse a
Siberia, geográficamente tan alejada de Indon
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