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Rosas y la fragmentación del federalismo
Hacia 1838 el federalismo había sido profundamente transformado por el influjo de Rosas. Por cierto, el orden rosista, reflejo de la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto del país, poco tenía que ver con las aspiraciones originarias de los caudillos federales.
El descontento de las provincias del Litoral alimentaba en el cónsul francés Roger la esperanza de que Rosas debía sucumbir a la oposición que se venía congregando en su contra. El principal cabecilla de este movimiento contra Rosas era Domingo Cullen, gobernador delegado de Santa Fe, quien no ocultaba sus simpatías por los franceses. Cullen consiguió que el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, lo enviara a . Pero cuando Rosas conoció la propuesta de Cullen se enfureció, pues el Restaurador no podía aceptar que alguien interfiriese en su carácter de encargado de las relaciones exteriores.
El bloqueo francés reveló con su aparición las fisuras en el federalismo bonaerense. En mayo de 1838, cuando el Poder Ejecutivo puso en conocimiento de la Legislatura porteña el conflicto con Francia, inesperadamente se escucharon en ella voces que invitaban a la prudencia (10). Para dar una imagen de cohesión en el frente federal que en realidad no existía, La Gazeta Mercantil iba a responsabilizar a "cuatro (diputados) unitarios impíos, asesinos feroces de la libertad de América, de todo orden y sosiego público, que poco tiempo les resta para ser degollados por los libres en las calles de Buenos Aires", a pesar de que no había unitarios en la Legislatura. En julio de 1838 pudo descubrirse una conspiración, en la que estaba complicado (junto con algunos oficiales a media paga) un veterano jefe de frontera, Zelarrayán. El episodio, urdido por intrigas de agentes del caudillo oriental Fructuoso Rivera, fue discretamente liquidado por el gobierno de Rosas. Zelarrayán pereció víctima de la ley de fuga y sus compañeros fueron indultados. Por el momento nada deseaba menos el gobierno de Rosas que poner de manifiesto las fisuras del frente interno.
No obstante la presencia de estas grietas internas en el federalismo, Rosas se las ingenió para utilizar a su favor la crítica coyuntura planteada por el bloqueo francés. A pesar del descontento inicial contra el régimen rosista generado por el bloqueo -factor que la diplomacia francesa intentó capitalizar-, Rosas revirtió estas disidencias iniciales colocándose en el rol de defensor de la soberanía e integridad territorial de la Confederación Argentina, entelequia que le servía para apuntalar su influencia sobre el resto de los caudillos provinciales y denigrar a sus enemigos -unitarios o federales disidentes- que aparecían como "conspiradores" o "anarquistas" que atentaban contra dicha integridad territorial. Como en el caso de la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana, Rosas esgrimió el argumento hobbesiano del orden. A pesar del tenaz sentimiento localista reinante en las provincias, este argumento resultaba efectivo para congregar a los caudillos federales en las filas rosistas cada vez que aparecía un enemigo supuestamente anarquizante. Justamente ahí residía el secreto del rosismo: permanentemente inventaba enemigos para mantenerse vivo.
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