objetos de uso de la actualidad que haya sido parte de los procesos de los procesos como el movimiento de la Ilustración la independencia de las 13 colonias inglesas en América la revolución francesa y la revolución industrial
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Explicación:
Mucho se ha escrito y especulado sobre la influencia de La Revolución Francesa en la Revolución de Independencia de América Latina. La historiografía liberal latinoamericana se ha empeñado particularmente en destacar esa influencia, relievándola al punto de mostrar a nuestro proceso emancipador como un efecto histórico de la gran transformación francesa. Empero, un análisis objetivo de aquellos fenómenos muestra que esa influencia no fue tan decisiva, y que la independencia de nuestros países, fue sustancialmente el resultado de una larga crisis colonial y de una creciente toma de conciencia de los pueblos latinoamericanos respecto de su destino histórico.
Respuesta:
Mucho se ha escrito y especulado sobre la influencia de La Revolución Francesa en la Revolución de Independencia de América Latina. La historiografía liberal latinoamericana se ha empeñado particularmente en destacar esa influencia, relievándola al punto de mostrar a nuestro proceso emancipador como un efecto histórico de la gran transformación francesa. Empero, un análisis objetivo de aquellos fenómenos muestra que esa influencia no fue tan decisiva, y que la independencia de nuestros países, fue sustancialmente el resultado de una larga crisis colonial y de una creciente toma de conciencia de los pueblos latinoamericanos respecto de su destino histórico. La Revolución Francesa y la Independencia de América Latina Para cuando estalló la Revolución Francesa, en julio de 1789, la Hispanoamérica colonial era un mundo en crisiscuyos intereses -marcados por las necesidades de la expansión y la acumulación- chocaban frecuentemente con los de la corona, orientados al simple expolio colonial. La emergencia de la clase criolla también tuvo profundos efectos en el ámbito de la política. Puesto que los criollos eran «españoles americanos» y descendían en su mayor parte de los conquistadores y colonizadores de estas tierras, reclamaban para sí un papel preponderante en la administración colonial, que en la práctica estaba en manos de un grupo de burócratas venidos de la península, que tenían como únicos objetivos mantener la sujeción de estos territorios a la metrópoli y obtener los mayores ingresos posibles para la corona. Fue así como en las colonias españolas de América llegó a constituirse un «poder dual», entre una «clase dominante a medias» -la criolla que controlaba los medios de producción fundamentales y los más activos circuitos económicos, y una casta burocrática que actuaba como clase sin serlo, pero que detentaba el poder político en representación de la clase dominante metropolitana: la de los «chapetones» o «gachupines». esa lucha entre criollos y chapetones había tenido múltiples ocasiones de manifestarse a lo largo de la historia colonial, pero en el siglo XVIII alcanzó una virulencia inusitada, expresada en motines, rebeliones y alzamientos ciudadanos, dirigidos por los Cabildos - centros del poder criollo - contra el poder colonial radicado en Virreyes, Audiencias o Capitanes Generales. A partir de 1763, la situación de real independencia económica de Hispanoamérica tuvo que enfrentar el nuevo esfuerzo imperialista de España, donde el rey Carlos III y un grupo de notables ministros formados en el espíritu de la Ilustración habían decidido restaurar el dominio colonial en toda su plenitud, como medio básico de impulsar el desarrollo económico y restaurar el poder imperial de España. Por una especial coincidencia, determinada esencialmente por la común lógica colonialista que poseían, las monarquía española e inglesa iniciaron paralelamente en 1765 una ofensiva política contra sus respectivas colonias americanas, que en ambos casos se proponía la «reconquista» económica de éstas. Tanto Inglaterra como España habían llegado a la conclusión de que la creciente autonomía económica de las colonias amenazaba sus posibilidades de desarrollo metropolitano y de que se imponía, por tanto una recolonización económica, que eliminara las tendencias autárquicas de su crecimiento y subyugara el mismo a un nuevo y más eficiente sistema de dominación colonial.
Una variedad de factores, que no es del caso analizar, determinaron que esos paralelos esfuerzos de reconquista económica produjeran distintas reacciones en las colonias inglesas y españolas. En aquellas, la reacción fue prácticamente inmediata, pues su población inició un boicot a los productos ingleses y se amotinó contra la autoridades coloniales (1770), en un proceso de insurgencia que, a partir de 1775, alcanzó el nivel de insurrección armada; en 1776 fue consagrado por la «Declaración de Independencia» de las trece colonias y en 1781 culminó triunfalmente, con la rendición británica en Yorktown. En el dilatado y en todo más complejo mundo colonial hispanoamericano, la reacción criolla fue lenta y conllevó un largo proceso de acumulación de fuerzas y progresiva toma de conciencia por parte de los sectores sociales afectados por ese reforzado colonialismo español. Empero, aunque tardío, el resultado fue el mismo que en las colonias inglesas de Norteamérica: la independencia, alcanzada tras un violento y generalizado proceso revolucionario, que se consumó en quince años (1809 a 1824)