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Se analiza la información acerca del crecimiento de la población mundial en la década de 1990 y primeros años de este siglo, y se sugiere que las proyecciones que circularon entre 1950 y 1970 eran exageradas. Asimismo, se analizan los datos relativos a la producción de cereales. El mayor incremento se observa en la alimentación animal. En el caso de China, hubo una caída drástica en los últimos años, la cual se atribuye a fenómenos como desertificación, agotamiento de recursos hídricos, industrialización e inserción en el mercado mundial. Se discute que parte de la producción actual puede resultar insostenible y los efectos probables de esta situación en los países pobres, importadores de cereales, como México.
No podemos precisar cuál es la población de partida, puesto que no sabemos con exactitud qué espacios estaban ocupados en el Paleolítico ni qué densidad poseían. Las cifras varían entre unos centenares a 10.000.000, aunque parece que en ningún momento debió haber menos de 100.000 personas. El crecimiento natural de esta población era muy pequeño, debido a que practicaban una economía de recolectores y cazadores que exigía controlar gran cantidad de espacio para su explotación.
Se calcula, y aparece como aceptado, que había unos 10.000.000 de habitantes en todo el mundo justo antes de que se descubriese la agricultura, la ganadería, la cerámica y la vida urbana: el Neolítico. En poco tiempo la población parece elevarse a unos 300.000.000. Cuánto dura este tránsito, y cómo se produce, lo desconocemos por completo, pero uno de sus fenómenos más característicos es la aparición de las ciudades. El Neolítico supone un cambio en la economía y en el modelo de sociedad. Aparece la agricultura y la ganadería, con lo que el territorio necesario para procurarse los recursos se reduce; aparece la cerámica, con lo que se pueden almacenar y conservar los alimentos; y aparece el fenómeno urbano, con lo que se organiza y se divide el trabajo, aumentando la productividad.
Debido al rápido y constante aumento de la población en muchas zonas del mundo en desarrollo, particularmente en Africa, el Medio Oriente y partes de América Latina, y a la disminución de la productividad agrícola en términos de productividad per capita, el mundo esta andando hacia una crisis alimentaria. El crecimiento demográfico, la urbanización, la distribución desigual de las tierras, la reducción de las dimensiones de las explotaciones y el constante empobrecimiento de los agricultores del Tercer Mundo, han contribuido a reducir la producción tradicional en zonas críticas. De hecho, casi mil millones de personas padecen de malnutrición y 400 millones están crónicamente subnutridas. Paralelamente al crecimiento del número de seres humanos, ha ido avanzando la degradación de los recursos a escala masiva. En un momento en que se necesita producir más alimentos, la degradación de las tierras y el abuso de sustancias químicas comportan una mengua de la producción agrícola.
A la raíz de esta crisis está el, multiplicador de la población, que determina la repercusión global en las tierras y los alimentos. El crecimiento demográfico se concentra en el mundo en desarrollo, donde tienen lugar más del 90 por ciento de todos los nacimientos. En los próximos diez años, la población del mundo industrializado crecerá sólo en 56 millones de personas, mientras que la población de los países en desarrollo aumentará en más de 900 millones. Sea cual fuere el tipo de tecnología, el nivel de consumo o desperdicio, el nivel de pobreza o desigualdad, cuantas más personas haya, mayores serán los efectos en el medio ambiente y, a su vez, en la producción de alimentos.
En este artículo se propone un programa de acción en diez puntos, en que se combinan los programas demográficos y de planificación familiar con una ordenación apropiada de tierras y aguas, haciendo hincapié en la función decisiva de las mujeres como administradoras de recursos en gran parte del mundo en desarrollo. Si se han de satisfacer las necesidades futuras, es esencial remodelar las políticas integradas de población, recursos y medio ambiente, de forma que la agricultura pueda restablecerse sobre bases sostenibles.
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