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RESUMEN: El doctor Sandwich relata la aventura diaria del narrador, cuyo abuelo Ramón siempre deseó verlo entrar a los tribunales con traje y corbata contando fojas (documentos oficiales), pero resulta que el narrador no era como el hijo de su abuelo, quien siempre lo mencionaba como M'hijo el dotor, sino que se trataba un vendedor ambulante, que se dedicaba a preparar y vender sándwiches y en ves de tener sobre su mesa sellos, expedientes o tinta lo que tenía eran pan y fetas de queso.
El narrador debía levantarse diariamente muy temprano para ir donde Julio el panadero para que le vendiera el mejor pan, hacer la fila para conseguir la muzzarella de mejor marca y precio.
El abuelo siempre le decía “Algún día vas a entrar con tu traje y tu corbata a Tribunales, ¡vas a ser reconocido!”, más sin embargo comenzó a ir a los Tribunales de la calle Rojas pero a vender sus sándwiches, los cuales resultaron del gusto de quienes los probaron y le decían “Muy rico todo, decían algunos. Volvé mañana, me pidieron otros” y vendió todo; no obstante en ese edificio estaba prohibido que los vendedores ambulantes vendieran su mercancía allí, por lo que el primer día el vigilante lo vió y le espetó: ¿Qué está haciendo, señor?, ¿Usted no sabe que acá está prohibida la venta ambulante?, Retírese, retírese.
No obstante, al día siguiente volvió y vendió sus sándwiches, quedándole muy pocos y el vigilante lo vió de nuevo y de una forma brutal lo insultó, diciéndole: Escuchame una cosa,¿No te dije que no aparezcas más por acá? ¿Querés quedar demorado? ¿Sos sordo?, tomándo de la cesta uno de los sándwiches y tirándolo al piso y lanzando al narrador por las escaleras.
La pobreza te hace astuto, y la astucia es una gran amiga cuando a uno se le apaga un poco el valor y la audacia. Tenía que inventar algo para volver a Tribunales a vender sus sándwiches, ya que había resultado como una mina de oro plena de mujeres con trajes de moda y mucho apetito de sanguchitos.
Pues decidió vestirse de traje y corbata, su amigo Julio le dio prestada la corbata y alistó la única camisa que poseís y pulió los zapatos que le heredó su abuelo Ramón. En vez de cofía se peinó con una raya bien pronunciada, pintó de negro las letras de un maletín de lona que le habían entregado en un Congreso Internacional de Ortodoncia y Periodoncia al que había acudido como camarero y se presentó en los Tribunales después de las doce. Quien primero lo saludó fue el vigilante que lo había expulsado el día anterior: Buenos días, doctor. Buenos días, ¿lo puedo ayudar?, le preguntó una señora a quien diariamente le vendía su sandwiche. Claro que si, le respondió abriendo su maletín lleno de sanguches. Sorprendida la señora quería preguntarle si él era él, con una carcajada logró que todos sus compañeros se dieran cuenta de lo que pasaba “¡Este es el pibe de los sánguches!, exclamó una, dejando el catálogo de cosméticos sobre el escritorio. ¿Qué haces así vestido?, preguntó otro, ¡Les presento al doctor Sandwich!” dijo la señora y todos incluido el narrador se rieron un montón.
Les contó el suceso con el vigilante y estas personas le respondieron que no hiciera caso, lo que pasaba era que los vigilantes no les dan permiso para comer y por eso actúan de esa manera.
Algún día vas a entrar con tu traje y tu corbata a Tribunales, ¡vas a ser reconocido!, vos haceme caso, le había dicho Ramón a su nieto y cuanta razón tenía porque los abuelos son padres dos veces.
El Doctor Sandwiche continúa yendo diariamente a los tribunales con sus expedientes de jamón y queso.
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