Egipto es considerado uno de los primeros Estados de la humanidad y tiene una gran relevancia histórica: ¿Por qué piensas que es así?
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Los primeros pobladores de Egipto alcanzaron las riberas del río Nilo, por entonces un conglomerado de marismas foco de paludismo, escapando de la desertización del Sahara. Las comunidades originales hicieron habitable el país y se estructuraron en regiones llamadas nomos. Pasado el tiempo y tras épocas de acuerdos y disputas los nomos se agruparon en dos proto-naciones, el Alto Egipto y el Bajo Egipto, para quedar finalmente unificados por Menes hacia el año 3100 a. C., considerado por los antiguos egipcios el primer faraón.
Tras la progresiva retirada de las glaciaciones, se incrementaron los pastizales y las diversas poblaciones indígenas fueron concentrándose empujadas por el proceso de desertización del Sáhara. Existían diversas culturas indígenas identificables por sus diferentes utensilios, objetos cerámicos y ritos funerarios.
El período neolítico, que comenzó en Canaán hacia el 9.000 a. C., llegó a Egipto sobre el año 5.000 a. C. Las crecidas del río Nilo como consecuencia de las lluvias en sus fuentes y las torrenteras de arcilla procedentes de Etiopía dieron lugar a ricas y fértiles tierras de limo.
Se conviene que hacia el 4.000 - 3.500 a. C. existió una unificación del territorio a través de las previas comunidades locales, los nomos: el Bajo Egipto, cuyas principales ciudades eran Buto y Sais, y el Alto Egipto, con capital en Hieracómpolis, adoptando como principal divinidad a Horus. Conquistado el delta del Nilo hacia el 3.000 a. C., Menes, procedente de Tinis, será considerado por los epígonos de Manetón el fundador de la primera dinastía faraónica.
En el denominado Imperio Antiguo, durante la tercera dinastía, con Dyeser (Zoser), encontramos un dominio del arte y la arquitectura monumental en piedra. De esta época se datan las tres colosales pirámides de Seneferu, la Gran Pirámide de Guiza atribuida a Keops (Jufu) por Heródoto, con la inestimable ayuda de su hija, así como la de Kefrén (Jafra) y Micerino (Menkaura) en la cuarta dinastía. La capital se establece en Menfis y el periodo de mayor esplendor económico se desarrolló a partir del 2400 a. C. con la quinta dinastía. El comercio es fundamental: el trigo se cambia por madera de ébano, oro y especias. La artesanía gozó de un gran auge.
Posteriormente se vive un período de descentralización, en el que se llegan a formar pequeñas dinastías territoriales hasta la aparición de los príncipes de Tebas, que vuelven a unificar el país y crean el llamado Imperio Medio, que durará hasta 1.700 a. C. En este momento, el país se extiende desde las primeras cataratas del Nilo (Kush) hasta el mar Mediterráneo, con una gran influencia en todo oriente y norte de África.
Aumenta la producción agrícola y hacia 1990 a. C., bajo el faraón Amenemhat I, se alcanza el máximo desarrollo territorial y económico. En el 1830 a. C. se restablece el primer plan de regadíos en el Bajo Egipto, que garantizará en el futuro reservas de agua que permitirán los cultivos en la estación seca.
Al final de esta etapa se produce la penetración de los hicsos desde Palestina, que se instalan en el Delta y se apoderan del gobierno con sus propias dinastías, aunque Kush y Tebas permanecen independientes, no siendo expulsados hasta el 1.550 a. C. por Amosis I, con quien comienza el Imperio Nuevo. Con el faraón Amenhotep I, hacia el 1.500 a. C., el imperio recobra su importancia, a pesar de los graves costes que había supuesto el enfrentamiento con las tribus palestinas. Es el momento en el que se produce una extensión del imperio, donde gran parte de Kush queda bajo el poder autocrático del faraón así como buena parte de Siria y la ribera occidental del Éufrates por el norte. No obstante, la fuerza de los hititas hará perder buena parte de los dominios norteños y mantendrá en jaque al imperio, al igual que los libios amenazan por el Este y Sur. Con Ramsés II se produce la última época de poder absoluto de los faraones. Después le sucede un período caracterizado por la gran influencia y poder de los sumos sacerdotes de Amón, hasta tal punto que alrededor del 1.000 a. C., dos dinastías se reparten el control del imperio, con la presencia en Tebas de los sacerdotes de Amón como herederos y gobernadores independientes, con el apoyo ocasional de los libios.
El proceso de descentralización es imparable, llegándose a contabilizar hasta veinte reinos distintos, gobernados por los nomarcas, absolutamente independientes a las puertas del 800 a. C. Los enfrentamientos entre los mismos eran constantes hasta que en el 715 a. C., Sabacon, procedente de Kush, volvió a unificar bajo su mando buena parte de los nomos y reincorporó Kush, que llevaba 500 años de independencia.