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rácticamente todas las especies españolas de córvidos acosan al águila real, tanto en vuelo como cuando ésta se halla posada. Resultan llamativas las asechanzas de arrendajos (Garrulus glandarius), rabilargos (Cyanopica cooki) y urracas (Pica pica), que llegan a picotear sus rectrices e incluso posarse momentáneamente en su dorso. De igual manera, la mayoría de rapaces de pequeña y mediana talla hostigan a la real, siendo particularmente activo al respecto el halcón peregrino (Falco peregrinus). Son además regularmente atacadas por las águilas perdiceras (Aquila fasciata) cuando invaden sus áreas de nidificación, un comportamiento ocasionalmente observado también en buitres leonados (Gyps fulvus) y alimoches (Neophron percnopterus), que atacaron a una pareja de águila real para defender a su volantón (Mateo y Olea, 2007). En sentido opuesto merecen comentarse los ataques, por parte de un juvenil de águila real, a dos quebrantahuesos liberados en Picos de Europa para su reintroducción y que acabaron con la muerte de uno de ellos y severas heridas en el otro (FCQ, 2014), siendo también reseñable un caso de depredación de un macho adulto de águila perdicera por parte de un águila real subadulta (Bosch et al., 2007).
En lo referente a las plataformas de nidificación, resulta ya un clásico su usurpación por parte del buitre leonado, cuyas poblaciones han experimentado un gran crecimiento en los últimos años (Margalida, 2016), si bien estos hechos ya fueron descritos en los años noventa, cuando se contabilizó que en Navarra el 7,6% de los nidos de águila real fueron usurpados por los buitres (Fernández y Donázar, 1991, 1993). También fueron registradas dos parejas de quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) ocupando nidos de águila real, observándose interacciones agonísticas con las propietarias del nido (Margalida, 2016).
El análisis de la distribución espacial de cuatro rapaces rupícolas (Aquila chrysaetos, A. fasciata, Bubo bubo y Falco peregrinus) en Murcia mostró que excepto en el águila real, cuyas áreas de nidificación se distribuyen regularmente, el patrón en las otras especies no difiere del azar. Se observa además un modelo general de dominancia relacionado con la masa corporal, que no resulta aplicable a Bubo bubo, que puede depredar sobre las otras especies (Martínez et al., 2008).
En buena parte de su distribución ibérica coexisten las águilas real y perdicera, lo que puede provocar fenómenos de competencia ya que ambas comparten hábitat de nidificación y al menos parcialmente, espectro trófico (Jordano, 1981; Parellada et al., 1984; Fernández e Insausti, 1990). En términos generales y a pesar de la teórica dominancia de la real, derivada de su mayor tamaño, el balance en las relaciones inter e intraespecíficas es el mecanismo que mejor explica la coexistencia entre las dos especies (Jordano, 1981) y justifica la típica disposición alternante que se observa entre sus territorios, como por ejemplo en Sierra Morena occidental o en el Sistema Ibérico (Arroyo et al., 1993). También se ha comprobado que una baja densidad humana y una elevada disponibilidad de presas favorecen la coexistencia, destacándose también el papel de la temperatura como agente de segregación espacial (Moreno-Rueda et al., 2009). Deben considerarse no obstante otros factores, como por ejemplo, los diferentes tamaños poblacionales y tendencias (Carrete et al., 2005), la disponibilidad de roquedos, etc., lo que explica que la competencia puede variar ampliamente entre sitios (Carrete et al., 2006).
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Los bosques templados son comunidades dominadas por árboles altos que habitan en un clima templado y
frío. México contiene 50% de especies de pinos y cerca de 33% de los encinos del mundo. La flora y fauna
de los bosques templados también son diversas aunque no tanto como las selvas. Muchos animales emigran
o hibernan durante el frío del invierno. En este ecosistema encontramos a un depredador formidable:
El águila real, que se distribuye a lo largo de las Sierras Madre Occidental y Oriental.
Su retina le permite detectar a sus presas a cientos o hasta miles de metros de distancia.
Cuando detecta una presa, baja en picada alcanzando una velocidad de 250 kilómetros por hora y calculando
la distancia para capturarla con sus largas y curvas garras. Este depredador se encuentra en la parte alta en
la cadena alimenticia y contribuye en la regulación del tamaño de las poblaciones de mamíferos de los cuales
se alimenta, como conejos, liebres, comadrejas y zorrillos.
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