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El pensamiento filosófico es más libre y amplio por su carácter de lógica sin término, porque no se deja someter a ningún marco. “ Parece por el contrario poseer una vida propia; extiende sus ramificaciones a los más diversos campos, contamina las creencias y convicciones que parecían más alejadas de su punto de partida y por lo tanto afecta, conmueve y perturba los fundamentos de nuestra vida...”
El pensamiento filosófico es un impulso del sujeto cuya tarea es hacerse distinto de sí mismo, volverse inestable, reinventarse una y otra vez, y ello solo se consigue ‘cuando hay fuerzas activas que se apoderan del pensamiento’, y este es un aporte de “los maestros de la sospecha” aunque haya sido anunciado con antelación. “Ya Goethe decía, en sus conversaciones con Eckerman, que ‘para pensar de nada sirve ponerse a pensar’; las ideas más luminosas se nos aparecen como libres criaturas de dios y nos gritan: ¡aquí estamos!”.
La imagen dogmática del pensamiento filosofico sostiene que el pensar es “el ejercicio de una ‘facultad’, que el pensador en tanto pensador quiere la verdad; que hemos sido desviados de la verdad por fuerzas extrañas al pensamiento (el cuerpo, las pasiones, los intereses sensibles); que basta un método para pensar bien y que poco importa el lugar y la hora si aplicamos el método”. Y contra esa imagen se han levantado grandes pensadores. “Pensar, como actividad, es siempre una segunda potencia activa del pensamiento, no el ejercicio natural de una facultad, sino un acontecimiento extraordinario para el propio pensamiento. Pensar es una nueva potencia del pensamiento. Y debe ser elevado a esta potencia, para que se convierta en ‘el ligero’, ‘el afirmativo’, ‘el danzante’. Y jamás alcanzará esta potencia si algunas fuerzas no ejercen sobre él una violencia”
El pensamiento filosófico es un impulso del sujeto cuya tarea es hacerse distinto de sí mismo, volverse inestable, reinventarse una y otra vez, y ello solo se consigue ‘cuando hay fuerzas activas que se apoderan del pensamiento’, y este es un aporte de “los maestros de la sospecha” aunque haya sido anunciado con antelación. “Ya Goethe decía, en sus conversaciones con Eckerman, que ‘para pensar de nada sirve ponerse a pensar’; las ideas más luminosas se nos aparecen como libres criaturas de dios y nos gritan: ¡aquí estamos!”.
La imagen dogmática del pensamiento filosofico sostiene que el pensar es “el ejercicio de una ‘facultad’, que el pensador en tanto pensador quiere la verdad; que hemos sido desviados de la verdad por fuerzas extrañas al pensamiento (el cuerpo, las pasiones, los intereses sensibles); que basta un método para pensar bien y que poco importa el lugar y la hora si aplicamos el método”. Y contra esa imagen se han levantado grandes pensadores. “Pensar, como actividad, es siempre una segunda potencia activa del pensamiento, no el ejercicio natural de una facultad, sino un acontecimiento extraordinario para el propio pensamiento. Pensar es una nueva potencia del pensamiento. Y debe ser elevado a esta potencia, para que se convierta en ‘el ligero’, ‘el afirmativo’, ‘el danzante’. Y jamás alcanzará esta potencia si algunas fuerzas no ejercen sobre él una violencia”
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