Respuestas
Respuesta:
El principio inspirador de la ética socrática debe reconocerse como una herencia de motivos procedentes de la religión
órfica, con su honda conciencia del pecado y exigencia de purificación, que se habían expresado luego en la escuela pitagórica con el precepto del cotidiano examen de conciencia y con
la obligación de avergonzarse por las propias faltas ante sí mismo más aun que ante los demás. La herencia ética del pitogorismo repercute igual y simultáneamente en las doctrinas morales
de Demócrito y en las de Sócrates: vale decir en las dos corrientes antagónicas del materialismo y dél idealismo.
En Hipias Mayor, 298 B-C, Sócrates declara que, aun cuando sus faltas pudiesen escapar a los demás, jamás escaparían a
alguien frente al cual experimenta mayor vergüenza que frente a cualquier otro; y que ese alguien es él mismo, Sócrates, el
hijo de Sofronisco. Lo cual corresponde al precepto del oráculo délfico (conócete a ti mismo) al que siempre remite Sócrates, y a la exigencia que él considera fundamental en la vida
del hombre: cuidar de su alma para mejorarla.
Explicación:
Respuesta:
Según el testimonio de Platón y Aristóteles, Sócrates defendió en el campo de la ética filosófica una concepción de apariencia altamente contraintuitiva. Su base se hallaría en el principio, cuya formulación más difundida, aunque no necesariamente más precisa, establece que nadie hace el mal de manera voluntaria. Así formulado, dicho principio presenta un carácter abiertamente contraintuitivo, porque de forma habitual damos por sentado que quienes obran de un modo que, desde el punto de vista de la evaluación moral, aparece ya como malo o reprobable, ya como bueno o elogiable, merecen reprobación o elogio, justo en la medida en que, en algún nivel de análisis, pueda decirse que escogen voluntariamente y deciden obrar tal como lo hacen. En este sentido, la voluntariedad y la intencionalidad parecen ser condiciones indispensables de la existencia misma de acciones plenas, vale decir, de acciones que puedan ser imputadas como tales al agente que las produce, y que, para bien o para mal, esto es, en mérito o en demérito, puedan ser tomadas como base para enjuiciar su comportamiento, desde el punto de vista de una evaluación específicamente moral. Sócrates cuestionó abiertamente esta suposición básica, y formuló, en cambio, la tesis que identifica el vicio o la maldad moral (kakía) con la ignorancia (ágnoia), cuya contrapartida es la identificación de la virtud moral con el conocimiento o la ciencia (epistéme) (Aritóteles, EN: VI 13, 1144b 28-30).
Explicación:
I
La contraintuitividad de la posición socrática no puede verse como una simple apariencia superficial. Pero resulta agudizada, en buena medida, por el modo en que se formula de manera habitual el principio básico asumido por Sócrates en nuestra lengua y en otras lenguas modernas. Como es sabido, en la versión tradicional, derivada de la explicación platónica (Protágoras 345d; Aristóteles, EN: VII 3, 1145b 21-27), dicha formulación reza: oudeis hekòn hamartánei. En el griego de la época clásica, el verbo hamartánein no alude en primer lugar al error o la falta de índole específicamente moral, sino que tiene una significación más amplia de alcance predominantemente cognitivo. El verbo significa básicamente "errar", "equivocarse", y no específicamente "hacer el mal" o "pecar". El sustantivo hamartía, relacionado de forma directa con dicho verbo, tampoco tiene habitualmente en el griego clásico la significación que presenta después en el Nuevo Testamento, donde se emplea en el sentido específico de "pecado".1
Atendiendo a la significación básica de la noción griega de hamartía, la fórmula socrática podría traducirse, de modo menos confuso, como "nadie yerra voluntariamente". Traducido así, este principio pierde ya buena parte de su aspecto contraintuitivo, pues la noción de error posee también en nuestra lengua un carácter predominantemente cognitivo, y excluye, en su uso más frecuente, la voluntariedad del acto así descrito. Por otra parte, la versión cognitivista también permite entender mejor la conexión del principio de involuntariedad de la falta moral con la equiparación de la virtud con el conocimiento y el vicio (kakía) con la ignorancia que Sócrates parece haber llevado a cabo. Sin embargo, la posición socrática conserva todavía un núcleo en apariencia irreductible de contraintuitividad, que no obedece ya a la formulación misma del principio "nadie yerra voluntariamente", sino, más bien, al hecho de que apele a dicho principio como fundamento de una concepción específica del error moral. En efecto, suponemos habitualmente que el error específicamente moral se distingue del cognitivo, es decir, del error a secas, justo por el hecho de que el primero implica, de uno u otro modo, la voluntariedad del acto así caracterizado.