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La ciudad de Panamá, fundada el 15 de agosto de 1519, fue el resultado de una política imperial de dominio español que se inició con la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. La urbe tuvo el mérito de ser la primera en el litoral pacífico y se erigió 27 años después de la llegada del almirante a las islas del Caribe.
Los españoles en ese cuarto de siglo aplicaron todas las formas de explotación y esclavitud en contra de los aborígenes y la población negra que era arrancada de manera inhumana de África. La conquista y colonización tenía el objetivo de expoliar las riquezas de América (oro y plata), que servían para satisfacer las ambiciones de los conquistadores, y de una decadente Corona española, que había caído en crisis por la extensa guerra en contra de los moros.
La ciudad de Panamá arrastró una historia de crímenes, opresión y esclavitud dejada por los españoles en el Caribe durante la última década del siglo XV y en los primeros lustros del siglo XVI en Tierra Firme. En virtud de este trato cruel e inmisericorde, no les quedó otro camino a los esclavos que la sublevación, similar a como lo habían hecho poco tiempo atrás los caciques indígenas, Caonabo, Anacaona, Enriquillo, Hatuey, Quibián, Careta, Comagre y Cémaco, quienes enfrentaron los conquistadores.
Las sublevaciones y su consecuente represión diezmaron a la población indígena, aunado al trabajo agrícola, y en las minas, donde morían en un lapso menor de un lustro. Esta situación provocó la traída masiva de negros procedentes de África, a solicitud de fray Bartolomé de las Casas, quien años más tarde se arrepintió de haberlo sugerido. No obstante, las rebeliones indígenas no cesarán en el Caribe ni el Istmo, que tenía como centro de operaciones la ciudad de Panamá, sitio de residencia de las autoridades coloniales.
En las décadas y siglos posteriores después de haberse fundado la ciudad, muchos fueron los caciques que hicieron una guerra frontal a los esclavistas. La historiografía menciona, entre otros, a Urracá, París, Natá, Ponca, Pacora, Tararequi y Natá. Este tema fue estudiado, recientemente, por la doctora Susana Richa de Torrijos, en un ensayo titulado: “Personajes históricos de Panamá la Vieja”, el cual merece nuestro reconocimiento.
Los cimarrones también escenificaron grandes rebeliones que tuvieron resonancia en España. Un amplio número de esclavos escapaba de la ciudad de Panamá hacia las montañas para formar palenques y trincheras de combate. Al respecto, cabe señalar, que el Oidor Criado de Castilla, estimaba que para el año 1575, en el Istmo podía haber 8629 negros, y de estos, 1600, estarían ubicados en la ciudad.
Uno de estos esclavos que se rebelaron en contra del sistema imperante fue Bayano, descrito por Luis A. Diez Castillo, en su obra “Los cimarrones y los negros antillanos en Panamá”, como: “Un acucioso y hábil cimarrón que trabajaba como esclavo en la residencia del presidente de la Audiencia de Panamá”. Bayano, agrupó a centenares de esclavos, los cuales propinaron significativas derrotas a los españoles bajo la táctica de sorprender al enemigo y por medio de ataques nocturnos.
El autor dominicano Juan Bosh en su libro titulado “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, decía, que Bayano y sus seguidores: “Dieron mucho que hacer a las autoridades de Panamá, puesto que atacaban los puntos estratégicos del camino que comunicaba Panamá con Nombre de Dios, esto es, la ruta del mar Pacífico al Caribe, por donde se movían las cargas de oro del Perú que se enviaban a España”.
Hubo otros cimarrones que pasaron a la historia por su espíritu guerrero y forman parte de esa estela de héroes que la historia oficial se resiste a reivindicar en su justa dimensión, nos referimos a Felipillo, Luis de Mozambique y Antón Mandinga.
En la conmemoración de los 501 años de fundación de la ciudad de Panamá, resulta importante no olvidar la heroicidad de los indígenas y cimarrones, los cuales pelearon hasta ofrendar sus vidas en aras de obtener la libertad.
Recordamos que, cuando se celebró el quinto centenario de la urbe en el año 2019, hubo conferencias de letrados que se dedicaron a endiosar a los conquistadores cuyas espadas estuvieron manchadas con sangre de inocentes. Todo ese discurso apologético va dirigido a fortalecer el concepto de historia romántica y, proespañola, que los Gobiernos oligárquicos impusieron en los textos oficiales desde inicios de la República.
Las luchas libertarias de los pueblos autóctonos y cimarrones en el Istmo representan una historia de dignidad y valor, que no podemos olvidar, a pesar del intento de algunos sectores de las élites panameñas direccionada a que olvidemos nuestro pasado, que constituye la base del ser panameño.
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