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Este encantador romance podría servir de muestra del artificio que suele creerse extraño a la poesía popular. Un gracioso y suave refinamiento domina en él, desde el dejo de inocente irreverencia en su asunto, hasta su embelesarse en los afeites de la dama, olvidando por completo las gracias naturales de la hermosura.
Sólo conocemos una versión antigua de este romance, conservada por casualidad en cierta glosa hecha por Antonio Ruiz de Santillana en el siglo XVI. Versiones modernas faltan casi por completo en el centro de la Península: sólo las tengo de Cáceres, Salamanca y Segovia; en cambio, abundan mucho en Cataluña y también entre los judíos de Oriente.
La versión catalana, única conocida a mediados del siglo pasado, adorna a la dama con las armas de la casa real de Aragón: por lo cual Milá, en 1853, creía que este romance era originariamente catalán, y que acaso envolvía el recuerdo de la hija de Jaime I: mas una vez divulgada la versión castellana del siglo XVI descubierta por Wolf, el mismo Milá, en 1874, allegándose al parecer del descubridor, supuso que el romance catalán era derivado de una versión castellana afín a la del siglo XVI. Esta suposición se convierte en certidumbre ahora que nosotros hemos encontrado tantas hermosas versiones de los judíos de Oriente y de otras provincias del reino de Castilla.
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