Manuel vive hoy una realidad muy distinta a la de hace algunos años: tiene a su hijo consigo, sano y
salvo. Es que, a fuerza de mucho dolor, logró que el adolescente se rehabilitara de las drogas.
El menor comenzó a consumir estupefacientes allá por 2005. Dado que sus cambios de actitud fueron
graduales, el hombre descubrió lo que le sucedía recién tres años después. "Empezó con muchos cambios
de conducta, cambió sus amigos, dormía todo el día y la verdad no teníamos idea por qué sucedía esto".
Entre las transformaciones se encontraban faltas al colegio y malas contestaciones, sobre todo en el
entorno familiar.
"Él arrancó con el famoso 'porro'. Después probó absolutamente todo: éxtasis, cocaína y después mezclas
de psicotrópicos con alcohol, un listado infernal. Y lo que a mí me sorprendía es el facilísimo exceso que
tenía todo esto", comentó. En ese sentido, opinó que "hay un mito de que la marihuana es buena y no
pasa nada. Pero es la puerta de acceso" a otras drogas.
El punto de inflexión fue el día en el que el chico apareció con las muñecas cortadas y quemadas por un
encendedor. Ahí se enfrentaron, por primera vez, al problema.
Con el tiempo dejó el colegio, las clases de tenis, y sólo vivía para drogarse. "Yo llegué a poner la
billetera debajo de la almohada" para evitar que saque dinero, señaló. Y agregó: "Lo que la droga provoca
es la desafectivización; si él no tiene droga no le importa si me roba a mí, si me mata; él necesita la droga
y sus afectos están borrados de su conciencia". En este marco, contó cómo una vez llegó a "agarrarlo a
trompadas".
De clase media alta y residente en San Isidro, reconoció que la droga "atraviesa absolutamente toda la
sociedad". "Hay una gran negación en todo esto, es más fácil decir que (el hijo) no se droga, es más fácil
no verlo. Es más fácil decir que la que robó determinadas cosas es la mucama y no fue su propio hijo",
reconoció.
Luego de entender qué le sucedía a su hijo, Manuel comenzó el proceso de ayuda, pero no sin problemas
ni dolor. "Yo aprendí que está la enfermedad de la adicción y también la enfermedad de la coadicción. Yo
soy coadicto, yo creo que voy a poder hacer algo para que él no se drogue, yo creo que controlo su vida,
le evito las consecuencias de sus actos" en vez de dejarlo a él enfrentarlas, describió, todo para "evitar que
sufra".
Lo primero a lo que acudió es a internación en hospitales. Pero, tras salir, el menor volvía a los
estupefacientes. También intentó con centros psiquiátricos y tratamientos ambulatorios, sin éxito.
"Él estaba haciendo un tratamiento ambulatorio, y vinieron un psicólogo y un psiquiatra por separado y
me dijeron: 'Su hijo está en mucho riesgo para él como para terceros'. Y yo ahí no lo dudé y lo puse bajo
la tutela de un juez, fundamentalmente porque yo ya no estaba capacitado para tomar decisiones", relató
Manuel. En ese sentido, recordó la capacidad que tienen los adictos para "manejar emocionalmente las
situaciones", haciendo creer al otro que "está bien", que "no pasa nada", que en los centros de internación
les "pegan" y los "tratan muy mal".
"Lo interné en una comunidad cerrada, es lo más cercano a una cárcel", describió el hombre. Según le
explicaron, los adictos "tienen que cumplir pautas de conducta, de orden". "Fue en el único lugar donde
me hablaron de que él tiene que meterse para adentro y cambiar él, cambiar un montón de cosas de su
personalidad", dijo. No pudo verlo por cuatro meses y medio.
Hoy el joven, ya de 20 años, se encuentra recuperado y con trabajo.
Actividad
1.Leer la nota periodística
2.¿Por qué el padre no se da cuenta inmediatamente de la adicción del hijo?
3.¿Qué es lo que comenta el padre sobre la marihuana?
4.¿Qué es para ustedes la desafectivización?
5.¿Qué es lo que hizo el padre para ayudar a su hijo con su adicción?
6.Elaborar algún tipo de conclusión en donde expresen su opinión.
Respuestas
Respuesta dada por:
2
Explicación:
darle los que es necesario
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