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Respuesta:
Ganas de embromar
Armando no sabía el motivo, pero la verdad que su teléfono estaba intervenido. Sin embargo, le habían intervenido el teléfono. Claro que, por teléfono, su estilo era menos pulcro. «Nada de descenso», sostenía el entusiasta Barreiro.
Cuando lo llamaba Barreiro, que era el único que estaba en el secreto, decían deliberadamente chistes agresivos contra los Estados Unidos, o contra Jhonson, o contra la CIA. Entonces, en el teléfono sonó una carraspera, y en seguida otras dos. Pero Tito era de otra pasta. Celia, en cambio, se burlaba a menudo de semejante pulcritud, y a veces, en broma, reclamaba alguna foto de cuando Tito era un bebé.
Con su flamante título, con sus buenos ingresos, con sus fines de semana sagrados, con sus misas dominicales, con su devoción por la madre, Tito era el gran ejemplo de la familia, el monumento que todo el clan mostraba a Armando desde que ambos iban juntos al colegio. Armando hacía chistes con Barreiro sobre el teléfono intervenido, pero nunca tocaba el tema con su hermano. Eso si, Tito los despreciaba a todos por igual. Hay que ser muy fuerte para uno indignarse, pensaba, y quizá era por eso que Tito no se indignaba.
No sólo con Tito o con su padre , sino tampoco con Barreiro, que era sin duda su mejor amigo. Barreiro las seguía encontrando muy divertidas, pero no insistió. Detrás de Barreiro, estaba Tito, más callado que de costumbre
Explicación:
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