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Desde mediados del siglo XIX la Iglesia católica ha adelantado un proceso de romanización, es decir, su centralización y unificación institucional según las directivas de la Curia romana, con miras a integrar a todos los católicos del mundo en torno a la figura del Papa. En Iberoamérica ese proceso de romanización corresponde al final del Patronato o Padroado, que había convertido a los reyes de España y de Portugal (y luego al emperador del Brasil) en «patronos» de la Iglesia. La romanización – animada por un catolicismo «integral» y aun «integrista» – logró en las Iglesias latinoamericanas una renovación y reestructuración de las estructuras eclesiásticas y de la vida eclesial. En ese proceso de romanización, del que se analiza el porqué y el cómo, el Concilio Plenario de América Latina (Roma, 1899) fue un acontecimiento importante y la Iglesia católica brasileña es un ejemplo significativo.
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