SACAR LAS PALABRAS GRAVES CON ACENTO ORTOGRAFICO
El vampiro de Sussex
Conclusión
—Demuéstreme esto, señor Holmes, y estaré en
deuda con usted para siempre.
—Permítame contarle, entonces, el curso de mis
razonamientos. La idea de un vampiro me resul-
taba absurda. Y, sin embargo, su observación era
precisa. Usted había visto a la dama levantarse
de junto a la cuna del niño con sangre en los la-
bios. ¿No se le ocurrió que puede chuparse una
herida con propósitos distintos al de extraer san-
gre? ¿Por ejemplo, para sacar de ella un veneno?
—¡Veneno!
—Cosa corriente en Sudamérica. Cuando vi en
la pared de la sala un pequeño carcaj vacío junto
al arco de cazar pájaros, eso me lo confirmó. Si el
niño resultaba pinchado con una de esas flechas
impregnadas en curare u otro veneno, moriría a
menos que se lo extrajera de la herida. ¡Y el perro!
Si alguien fuera a usar un veneno como ese, ¿no
lo probaría primero para comprobar que no había
perdido sus virtudes? Esto encajó en mi recons-
trucción. ¿Entiende ahora? Su mujer temía un
ataque de esa clase. Vio que se producía, y salvó
la vida del niño; y, sin embargo, no quiso contar-
le a usted la verdad, porque sabía cuánto quiere
usted al muchacho, y temió romperle el corazón.
—¡Jacky!
—Le estuve observando hace unos momentos,
cuando usted acariciaba al pequeño. Su cara
se reflejaba claramente en la ventana. Vi en esa
casa tantos celos, tanto odio cruel, como raras
veces he visto en un rostro humano. Tiene usted
que afrontarlo, señor Ferguson. Es todavía más
penoso por cuanto ha sido un amor exagerado
hacia usted, y probablemente hacia su difunta
madre, el que le ha inducido a actuar. Su alma
entera está consumida por el odio a ese esplén-
dido niñito, cuya salud y belleza contrastan con
su propia deficiencia.
—¡Santo Dios! ¡Es increíble!
—¿He dicho la verdad, señora?
Ella asintió, llorando.
—¿Cómo podía decírtelo, Bob? Sabía qué golpe
sería para ti.
Ferguson estaba junto a la cama, conteniendo los
sollozos.
—Creo, Watson, que es el momento de mar-
charnos —dijo Holmes, en un susurro—. Aho-
ra —añadió, cerrando la puerta detrás de sí—,
podemos dejar que arreglen entre ellos lo que
queda pendiente.
linamarizab:
hola
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