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Sobre esos pilares fue construida la noticia, al menos desde el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando el modelo anglosajón (en inglés las cinco W) se impuso en el periodismo: narraciones asépticas y aparentemente neutrales, que pregonaban como valor impoluto la objetividad, les explico a los alumnos del Taller de Redacción en marzo de 2003 y me pregunto: ¿alcanzan estas premisas para narrar el mundo actual?
En primer lugar: “La priorización extrema del dato, que iguala al hecho con la noticia, desdeña que ésta por ser un texto escrito es, básicamente, un relato del hecho –cito- La diferencia no es menor, ya que, al postular que los hechos son lo mismo que las noticias, se facilita el ocultamiento de los mecanismos de valoración informativa propios de la labor periodística”.
No es ninguna novedad. Si la objetividad pudo sortear indemne la Primera Guerra, se hizo trizas después de la Segunda. “Semana tras semana había yo contemplado cómo surgía, cómo florecía el aura oscuro de la muerte –recordó Jorge Semprún, escritor y sobreviviente del campo de concentración de Buchenwald– Compartíamos eso, esa certeza que crecía ensombreciendo su mirada, como un mendrugo de pan: signo de fraternidad. Como se comparte la vida que a uno le queda. La muerte, un mendrugo de pan, una especie de fraternidad. Nos concernía a todos, era la sustancia de nuestras relaciones. No éramos otra cosa más que eso, nada más –nada menos, tampoco- que esa muerte que crecía. La única diferencia entre nosotros era el tiempo que nos separaba de ella, la distancia todavía por recorrer”.
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Seguro han oído hablar de la famosa pirámide alimentaria, un gráfico que tiene como objetivo indicar de forma simple cuáles son los alimentos más necesarios para lograr una dieta equilibrada, y en qué cantidades deben consumirse.
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es poco espero que te sirva de algo