Respuestas
Respuesta:
Estos niños nos indican que la historia puede tener tantos orígenes. Me explico. Roma no surge con los ab-orígenes, antiguos pobladores de estos bosques sino de los descendientes de Eneas, un extranjero que escapaba de la guerra en Troya. Con ellos inicia una nueva ciudad -urbe que llegará a ser un ‘orbe’- un mundo regido por leyes que, como las de la física, parecen ordenar las partes de un todo. Un organismo que, con ánima, se renovará en varias ocasiones, siempre a través de pruebas y sacrificios. Las mujeres sabinas traerán el futuro no sólo con el coraje de ser madres sino también ‘lisístratas’ capaces de parar la destrucción de la guerra. Más tarde será otra mujer, Lucrecia, quien marque el paso de la monarquía a la república.
Explicación:
En Roma podemos encontrar lugares que despiertan el recuerdo de la leyenda. Los lugares son nuestro libro y, tras un proemio divino que nos habla de Jano -el Gianícolo como prólogo de la ciudad-, Rómulo y Remo son la letra capital de Roma.
La altura del Palatino que hace sombra al valle del Velabro y el Foro Boario, bajando hacia el Tíber, recibe el nombre de Germalus. La naturaleza se hace fabulosa: cuenta fábulas con su nombre propio. Los ‘hermanos – germanus’ que se salvan bajo su altura se recuerdan así en el eco de las rocas, en la perpetua sombra que, como en otros días sin tiempo, Marte derrama desde lo alto protegiendo sus cachorros. Un lugar de hechos fantásticos que entrelazan historias de incontenibles fuerzas divinas y compasivas miserias humanas en héroes como Hércules.
Hoy, como entonces, una loba y un ‘pico’ (pájaro carpintero) siguen siendo símbolos de la protección divina de los gemelos. Un nacimiento maravilloso, exuberante de vitalidad, que el padre Tíber desbordado no sumerge sino que acompaña. Una higuera cobija como fértil orilla el lugar en donde se amamantan los niños en una naturaleza que los ayuda y salva. Parece que Ops, mujer de Saturno, hace surgir del suelo leche y miel. El Ruminal, pecho abundante de la naturaleza nodriza, nos sigue recordando cómo los designios divinos son capaces de vencer incluso las maquinaciones de los reyes.