La Constitución establece que los partidos políticos deben organizarse para cumplir cierto fin. ¿Cuál es ese fin?
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Respuesta:
Los partidos políticos son organizaciones integradas por ciudadanos que se afilian con el propósito de participar en forma libre y democrática en las decisiones y acciones de los asuntos públicos del país, intermediando entre la sociedad civil y el Estado en representación de determinados intereses y aspiraciones de carácter ideológico y programático.
Para la mayoría de politólogos los partidos políticos en un contexto democrático son instituciones indispensables que intermedian entre el Estado y la sociedad civil a fin de que ésta pueda intervenir en la toma de decisiones políticas; ya que desempeñan el papel de constituirse en organizaciones de conexión política entre el Estado y la sociedad. En consecuencia son el eje y la columna del desenvolvimiento político contemporáneo en los diversos países del mundo.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
El derecho a la participación en organizaciones políticas comenzó a exigirse a raíz de la revolución liberal del siglo XVII. Durante la primera parte de la historia del estado liberal, no existieron partidos políticos, pues estaban prohibidos, pero poco a poco fueron siendo aceptados hasta que en el siglo XIX se constituyeron como resultado de la consolidación del sistema parlamentario y el auge de la democracia representativa.
En el Perú, la primera organización política fue el Partido Civil que surgió en 1870 y feneció en las elecciones de 1931. A partir de la década del 30 del siglo XX surgieron otros partidos como el Partido Aprista Peruano y el Partido Comunista; y luego a partir del 60 Acción Popular y el Partido Demócrata Cristiano.
Es importante reconocer que lo que caracteriza la historia republicana es más bien la carencia de partidos, la escasa tradición democrática y no la existencia de un sistema de partidos, siquiera mínimamente constituido; por ello, en lo sustantivo, el predominio de los caudillos y los golpes de Estado. Sin embargo, desde los años 20 del siglo XX fue cuestionado el orden oligárquico que prolongó su agonía hasta los años setenta. Durante este tiempo fueron desapareciendo los caudillos militares para ser sustituidos por golpes de Estado institucionales e institucionalizados desde las propias Fuerzas Armadas; en cierto modo una innovación dentro de lo mismo. Con la cancelación del Estado Oligárquico, la apertura democrática de los años 80 restauró antiguos y nuevos partidos intentándose una suerte de sistema de partidos que tuvo pocos años de vigencia y muchos graves problemas que resolver.
Las instituciones políticas se construyen en largos plazos y las interrupciones constitucionales han hecho imposible la estabilidad requerida para que exista un sistema de partidos con plurales y desarrolladas experiencias de participación ciudadana.
Con la vuelta a la democracia en 1980 gran parte de la población peruana se sintió defraudada en sus expectativas en tanto que la joven y frágil democracia no se traducía de inmediato en desarrollo económico y progreso social. Además, en este tiempo, los partidos políticos comenzaron a debilitarse y degradarse tanto por sus conflictos y contradicciones internas de público conocimiento; como por sus incapacidades en la gestión pública; aspectos que en su conjunto fueron creando un concepto público negativo en la población que trajo consigo la perdida de confianza y credibilidad en las organizaciones políticas. De allí que a fines de los ochenta aparece el “fenómeno independiente” por el que las preferencias electorales empiezan a inclinarse hacia “lo nuevo”, dejando rezagados a los partidos, al menos los partidos clásicos o tradicionales, lo que en nuestro caso constituían todo el sistema político. Parece que hoy se vive otra vez el auge de los movimientos independientes.
Desde su ascenso al poder en 1990, Alberto Fujimori desarrolló en forma progresiva un régimen autoritario que minó la institucionalidad democrática sustentada en la Constitución de 1979. El autoritarismo prosperó debido a que los partidos políticos habían perdido el respaldo popular. Una grave crisis de representación política primó en el sistema de poder.
En alianza con los mandos militares Alberto Fujimori llevo a cabo una dinámica gubernamental donde se entremezclaron políticas neoliberales de ajuste económico, con programas de asistencia social focalizada. La intención era clara: se trataba de articular a los sectores sociales desengañados de los partidos políticos con los intereses del régimen mediante un rígido sistema de intervención y control político de las instituciones como de la población.
Todo ello fue posible por que los partidos políticos se encontraban debilitados y degradados. En el primer caso, por su organización vertical y poco democrática y por su conducción ineficiente. En el segundo caso, por la ineficiencia gubernamental y la falta de transparencia en la gestión pública sin mecanismos institucionales para canalizar las demandas populares.
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