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En diciembre de 1999, devastadoras tormentas, inundaciones y deslizamientos de tierras causaron la trágica muerte de más de 30.000 personas y la pérdida de casas, pertenencias y sustento de muchos otros venezolanos. Una pérdida tan terrible de vidas humanas, cultivos, ganado e infraestructura puede ser visto como una tragedia provocada por la furia de la naturaleza. Sin embargo, como usualmente sucede en los llamados “desastres naturales”, hay un componente de responsabilidad humana cuya importancia en la mayoría de los casos no es tomada en consideración.
Las lluvias torrenciales constituyen un fenómeno no-periódico -impredecible- en la región de la Cordillera Central de Venezuela. El primer registro de dicho tipo de lluvia en La Guaira data de 1780, y Alexander von Humboldt, durante su visita a ese país informó sobre una extraordinaria lluvia torrencial en noviembre de 1799. Registros similares fueron tomados durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, los destrozos causados por las inundaciones de los ríos Guaire, Chichiriviche, Baruta, Los Teques, Cúpira, Tuy, Limón, Cabriales y Chuao no fueron proporcionales a la intensidad de la lluvia sino al estado de sus cuencas respectivas. De hecho, las consecuencias de este tipo de hecho depende tanto de su intensidad como de la vulnerabilidad del territorio afectado. En este caso, la continua deforestación y los incendios forestales en las áreas altas de la cuenca han creado las condiciones para el efecto destructivo de las lluvias torrenciales y un incontrolable alud barrió literalmente la tierra y todo lo que se encontraba sobre su superficie, provocando enormes deslizamientos de tierra que sepultaron territorios enteros. Esto trajo muerte y sufrimiento a muchas personas, mayoritariamente a los pobres, quienes son los que generalmente ocupan las áreas más vulnerables a los fenómenos naturales.
Los cambios impredicibles que están afectando el clima a nivel global -debidos mayormente a un estilo de producción y de consumo insustentable- plantea enormes amenazas a nivel local y a nivel regional. Culpar a “El Niño” – y ahora a “La Niña”- es no sólo un error, sino una gran irresponsabilidad con respecto al futuro de la vida en la tierra. Las lluvias torrenciales en la región de la Cordillera Central de Venezuela se espera que sean cada vez más y más intensas en los años venideros a consecuencia del cambio climático. Si la repetición de las consecuencias trágicas experimentadas por el pueblo venezolano el pasado diciembre ha de ser evitada en el futuro, entonces la solución es tomar medidas preventivas, las principales de las cuales son detener la deforestación y asistir en la rehabilitación de los bosques, particularmente en las áreas más sensibles. Sólo entonces podrá el ambiente nuevamente absorber los impactos de los fenómenos naturales, como lo hizo siempre en el pasado.
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espero que te sirva