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Lo social continúa siendo un asunto secundario en las preocupaciones de las autoridades públicas marroquíes. Es cierto que una gran campaña mediática acompaña siempre las acciones puntuales de ayuda a los necesitados, pero estas acciones se inscriben en la caridad y en lo políticamente necesario en lo qu
Esta situación, que consiste en desatender lo social en beneficio de otros sectores, no es nueva, comenzó con el programa de ajuste estructural iniciado en los 80. En esta época el programa era urgente (el país se encontraba en situación de cese de pagos) y útil para enderezar los presupuestos y los equilibrios macro-financieros. Sin embargo, el precio a pagar en el plano social de estos programas ha sido muy alto.
Frente a estos equilibrios macrofinancieros más o menos logrados, los déficits sociales no han parado de crecer, sobre todo si tenemos en cuenta que no se ha buscado impulsar la economía por el fortalecimiento de la demanda, del poder de compra de la población o a través de una redistribución equitativa de las riquezas naturales. La situación social se ha agravado, asimismo, porque el Estado ha comprendido el hecho de no comprometerse como una retirada, cuando en realidad el “desentendimiento” en materia social consiste en reemplazar al Estado por la sociedad civil y sus ONG´s, apoyándolas materialmente, lo que no se ha realizado. Igualmente, la situación social sigue sin ser considerada como un motor de desarrollo comparable a los resultados económicos. El desarrollo social no ha jugado aún su papel de impulsor del desarrollo global.
Estas consideraciones explican la clasificación del país entre los más subdesarrollados del planeta en índices de desarrollo humano, considerando que éste se fundamenta sobre criterios básicamente sociales. Marruecos se encuentra entre el puesto 124 y 126, según los informes del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo). Las consecuencias son preocupantes, ya que de ellas se desprenden niveles de pobreza y exclusión cuyas repercusiones futuras son difíciles de predecir. Estos resultados no son ajenos a las graves derivas por las que el país ya ha pagado un precio en términos de violencia y radicalismo.
Dado que la cuestión social no ha captado realmente la atención de los poderes públicos ni en el presente ni en el pasado, su tratamiento se vuelve difícil y merece la puesta en marcha de un verdadero proyecto social para intentar corregir los errores heredados
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Esta situación, que consiste en desatender lo social en beneficio de otros sectores, no es nueva, comenzó con el programa de ajuste estructural iniciado en los 80. En esta época el programa era urgente (el país se encontraba en situación de cese de pagos) y útil para enderezar los presupuestos y los equilibrios macro-financieros. Sin embargo, el precio a pagar en el plano social de estos programas ha sido muy alto.
Frente a estos equilibrios macrofinancieros más o menos logrados, los déficits sociales no han parado de crecer, sobre todo si tenemos en cuenta que no se ha buscado impulsar la economía por el fortalecimiento de la demanda, del poder de compra de la población o a través de una redistribución equitativa de las riquezas naturales. La situación social se ha agravado, asimismo, porque el Estado ha comprendido el hecho de no comprometerse como una retirada, cuando en realidad el “desentendimiento” en materia social consiste en reemplazar al Estado por la sociedad civil y sus ONG´s, apoyándolas materialmente, lo que no se ha realizado. Igualmente, la situación social sigue sin ser considerada como un motor de desarrollo comparable a los resultados económicos. El desarrollo social no ha jugado aún su papel de impulsor del desarrollo global.
Estas consideraciones explican la clasificación del país entre los más subdesarrollados del planeta en índices de desarrollo humano, considerando que éste se fundamenta sobre criterios básicamente sociales. Marruecos se encuentra entre el puesto 124 y 126, según los informes del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo). Las consecuencias son preocupantes, ya que de ellas se desprenden niveles de pobreza y exclusión cuyas repercusiones futuras son difíciles de predecir. Estos resultados no son ajenos a las graves derivas por las que el país ya ha pagado un precio en términos de violencia y radicalismo.
Dado que la cuestión social no ha captado realmente la atención de los poderes públicos ni en el presente ni en el pasado, su tratamiento se vuelve difícil y merece la puesta en marcha de un verdadero proyecto social para intentar corregir los errores heredados
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