• Asignatura: Filosofía
  • Autor: valeriamellado2017
  • hace 5 años

Aristóteles: la esencia del hombre y el origen de la filosofía
Podemos decir que de los presocráticos al pensamiento contemporáneo siempre se habla de lo mismo, o al
menos desde Aristóteles, puesto que si bien la filosofía es patrimonio de la humanidad, el estagirita supone un
singularísimo momento, en el cual todo parece quedar archivado y consignado. No es un azar si Aristóteles era
denominado «el Filósofo» por los grandes de la filosofía escolástica, pues cabe decir que la historia de la filosofía
es una historia de los problemas aristotélicos, ninguno de los cuales ha encontrado solución definitiva.
¿Y cuáles son los problemas aristotélicos? Pues bien, simplemente aquellos que afectan al ser humano en razón
exclusivamente de su condición. Aquellos que no dependen de contingencias, aquellos que tiene en mente Kant
cuando, en la introducción de la Crítica de la razón pura, afirma que la inquietud metafísica es algo que no puede
ser arrancado de la condición humana. Los problemas filosóficos son universales antropológicos, es decir, no hay
lengua en la cual no estén presentes, ni sociedad que no esté obsesionada con ellos. [...]
Los filósofos suelen decir que los textos fundamentales de la historia de la filosofía son para ellos el análogo de lo
que el laboratorio es para el científico. Aunque esto es desde luego exagerado, no hay duda de que en tales textos
se fraguan las interrogaciones filosóficas elementales. Cuando las mismas son vivificadas por los elementos de
información que aporta la ciencia contemporánea y por las interrogaciones de los grandes artistas de nuestro
tiempo, entonces la reflexión filosófica acerca al ser humano simplemente a lo que Aristóteles definía como su
condición, a saber: la de un animal que busca satisfacción en el saber. [...]
Decir que un filósofo habla exclusivamente de asuntos que a todos conciernen, decir que si algún asunto no
responde a esta exigencia no puede ser filosófico, es acercar la interrogación filosófica a esas preguntas
elementales que el ser humano plantea como mero corolario de una suerte de tendencia innata. Tendencia que,
desde luego, observamos en los niños y que cuenta entre sus ingredientes con lo que un pensador
contemporáneo ha denominado «instinto de lenguaje». Instinto que mueve a intentar que el lenguaje se fertilice,
alcance aquello de que es potencialmente capaz, es decir, se realice. El lenguaje alcanza su madurez explorando
diferentes vías, pero desde luego la vía interrogativa es una de ellas, y la palabra designativa de la situación de
estupor que lleva a interrogarse es precisamente filosofía. [...]
Es bien sabido que los niños se caracterizan por una actitud interrogativa que, a menudo, desconcierta y hasta
irrita a los mayores. Por supuesto que, muy frecuentemente, tal actitud no refleja sino un interés trivial por asuntos
perfectamente contingentes. Pero, haciendo una criba suficientemente fina, en el discurso del niño cabe percibir el
meollo de alguna de las interrogaciones más elementales, y a la vez más radicales, a las que se enfrenta la
humanidad.
En alguna ocasión he evocado al respecto el caso de una niña parisina que (correteando incesantemente por la
casa en una reunión organizada por su madre) se detuvo repentinamente, balanceando su cuerpo, con expresión
en la que se mezclaban alborozo e inquietud y, ante la mirada interrogativa de la madre, preguntó: «¿Por qué me
sigue?». Quien seguía de tal modo a la pequeña era su sombra, cuyo vínculo con su propio ser era descubierto
por vez primera, en una disposición de espíritu que cabe, sin exageración alguna, identificar con ese estupor ya
aludido en el que Platón y Aristóteles situaban el origen de la filosofía. Cuando la madre, a la vez tranquilizada e
irritada por la interrupción, respondió con un seco «no lo sé», la pequeña dijo «pues quiero saberlo», con tono que
encerraba todo un desafío. Pues bien: esta actitud de la pequeña parisina, su desconcierto y rabia ante el frívolo
rechazo de su madre a considerar una interrogación de hecho esencial, muestra que el espíritu de un niño no es
esa tábula rasa que el pensador Steven Pinker denuncia (suerte de saco de patatas que solo la información
llenaría de contenidos), sino que se halla constituido por facultades que la educación debe simplemente imponer y
actualizar. Por decirlo en términos de Platón, la educación debe fertilizar un órgano ya dado, no sustituirse al
mismo.

Actividades
1. ¿Cuál es el origen de la filosofía?
2. ¿Hay en todo hombre, según Aristóteles, una disposición natural al saber?
3. ¿Cuál es la esencia del ser humano para Aristóteles?
4. ¿Qué característica fundamental tiene la filosofía, según el autor del texto?

Respuestas

Respuesta dada por: yandel1126
1

Respuesta:

si es verdad ni se de que dise

Explicación:

66666

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