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Respuesta:
MOZO. Buenas noches, señor, ¿qué desea servirse?
CLIENTE. No deseo servirme nada.
MOZO. Ah, bueno, disculpe, pero entonces…
CLIENTE. ¡Deseo que usted me sirva algo! Si no, ¿por qué cree que vengo a un restaurante? MOZO. Sí, sí, cómo no. Sírvase. (Le entrega el menú)
CLIENTE. A ver… no sé… hay tantos platos. ¿Qué me sugiere?
MOZO. Seguramente cualquiera de las obras de nuestro cocinero lo va a satisfacer.
CLIENTE. ¿Las sobras del cocinero? ¿Por quién me toma?
MOZO. Disculpe, señor, dije “las-obras”.
CLIENTE. Sí, eso mismo escuché. ¡Las sobras!
MOZO. No, señor, le está sobrando una “s”.
CLIENTE. ¿Qué está diciendo? A mí no me sobra nada, y menos me va a sobrar usted.
MOZO. Sí, como usted diga. Bueno, le puedo sugerir lasaña.
CLIENTE. ¿Está loco? ¿La hazaña? ¡Yo no quiero ninguna hazaña! Solamente quiero comer, ¿me entiende?
MOZO. Sí, sí, tal vez le gustaría probar una empanada.
CLIENTE. ¿En pan, nada? ¿Cómo voy a comer en pan, nada? ¡Tráigame, aunque sea un pedazo de pan con mantequilla!
MOZO. Sí, ya mismo (Le sirve. El cliente lo prueba.) ¿Qué tal? ¿Le agrada? Es pan casero. CLIENTE. ¡Es-pan-to-so! ¡Es horrible! Mire, tráigame algo que valga la pena.
MOZO. ¿Quiere una parrillada?
CLIENTE. ¡Lo único que me faltaba! Me amenaza con una apaleada. ¡Habrase visto qué insolencia! Tráigame algo para comer, que estoy muerto de hambre. Y acabemos de una vez…
MOZO. (Le muestra el reloj.) Acá ya vemos que son las once. Lo siento, pero ya está cerrado. CLIENTE. ¿Qué? ¿Yo estoy errado? Yo nunca me equivoco. “¡Y no me tutee!
MOZO. Señor, lo siento, el restaurante está cerrado.
CLIENTE. (Se pone de pie indignado y sale gritando) ¡Errado estarás tú! ¡Mal educado! ¡Insolente! ¡Ya no se puede ni venir a un restaurante!
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