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Respues constituyó algo así como un mal necesario. Hasta inicios de los noventa, el país padecía una inflación fuera de control, un aparato productivo agónico y un levantamiento armado que anunciaba la “libanización peruana”. Durante su gobierno se abandonó aquella deriva. Para 1993, la inflación había cedido y Sendero Luminoso, capitulado. Que en el camino, Fujimori —hermanado con su asesor Vladimiro Montesinos— perpetrase un golpe de Estado, debutase en su carrera de ladrón, degollase la libertad de prensa y cometiera violaciones de derechos humanos, no impidió que el pueblo lo ungiese como su chino salvador. Y mucha de esta lectura sobrevive hoy, cuando 53 por ciento de los peruanos prefiere que Fujimori cumpla su sentencia por variedad de crímenes en casa y no en la cárcel.
En cambio, Keiko Fujimori, hija y heredera política de Alberto, no despierta una indulgencia semejanteta:
Explicación: