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Para los incas la conquista fue un verdadero desastre, ya que destruyo su manera de vivir, su religión, su orgullo. Los sacerdotes españoles inmediatamente comenzaron a convertir a los nuevos súbditos de la corona del rey de España a la religión Católica.
El oro fue la ruina de los incas. Los españoles mataron, torturaron y obligaron a los indígenas a trabajar hasta la muerte para conseguir este metal precioso. Desde los días de la conquista, los ladrones de tumbas se han tomado el trabajo de destruir objetos valiosos, con el propósito de obtener el codiciado oro.
La mayoría de los conocimientos que poseían los incas se han perdido o han sido olvidados. Detalles de su historia, relatos de dioses, la técnica para “leer” un quipu y la destreza en la fabricación de finas telas, todo ha desaparecido.
Después de la conquista, este sistema político quedo destruido y los indios desesperadamente pobres. Solo unos pocos objetos y ornamentos de oro han sobrevivido para recordar la belicista orfebrería de los incas.
Los descendientes de los incas aun viven en las mismas montañas y aun hablan el quechua, la lengua del imperio. Las llamas siguen siendo importantes para los campesinos. Los puentes colgantes todavía se fabrican, las hondas y las boleadoras también sé continuan usando.