Investiga que fue lo que hizo Olmedo para que cambiara su posición

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Respuesta dada por: veimarortega
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Dentro de los muchos hombres de bien que han nacido en la ilustre América, ninguno ha reunido ni reunirá las condiciones ético-morales que tuvo José Joaquín de Olmedo. Su vida, su trayectoria y su obra revisten una inmensa importancia porque establecen un paradigma de visión colectiva y comportamiento social. Por su aporte a la libertad, por sus principios independentistas y por su ideal autonómico, el rescate de su pensamiento es una imperiosa necesidad…

¿Quién fue José Joaquín de Olmedo y Maruri?

Este ilustre y noble personaje tuvo la dicha de nacer en la hermosa ciudad de Santiago de Guayaquil el 19 de marzo de 1780, producto de la unión entre el capitán de origen malagueño don Miguel Agustín de Olmedo y Troyano, con la ilustre dama, perteneciente a la burguesía porteña, doña Ana Francisca Maruri y Salavarría. Fue primogénito, y tuvo solamente una hermana a la que quiso con todas sus fuerzas. En 1789, con solo nueve años de edad, se trasladó a la ciudad de Quito para estudiar en el colegio San Fernando de los padres dominicos. Hasta los doce años realizó estudios en gramática castellana y principios de latín. En el año 1801, contando doce años de edad, regresó a la ciudad que lo vio nacer, a la casa de sus padres. Más adelante, al cumplir los 14 años, fue enviado a la ciudad de Lima bajo la tutela de José Silva y Olave, quien llegaría a ser rector del colegio del príncipe y obispo de Huamanga. Olmedo ingresó al colegio de San Carlos de Lima, al cual le profesaría un gran afecto hasta el fin de sus días. Dedicó nueve años completos de su vida a los estudios, y finalmente en el año 1805 recibió el título de doctor en Jurisprudencia y en su colegio fue colocado a cargo de una cátedra de derecho civil. En el año 1809, por su participación en eventos tanto matemáticos como filosóficos, recibió el titulo de iuris utriusqui magister (`maestro en ambos derechos').

El 20 de agosto de 1808, regresó a Guayaquil, teniendo la oportunidad de estar presente en la muerte de su padre, por quien sentía un profundo respeto y admiración. El 6 de julio de 1810, Olmedo viajó rumbo a España como secretario del obispo de Huamanga, quien había recibido el nombramiento de miembro de la junta central de Sevilla; mas, al arribar a México, se encontraron con la novedad de que esta había sido disuelta por los ejércitos franceses invasores. Al regresar a Guayaquil se enteraron de que, antes de desaparecer la junta antes referida, se había convocado a cortes. El 10 de septiembre de 1810, Olmedo fue nombrado representante del Cabildo guayaquileño. En enero de 1811, realizó un viaje para llegar a Cádiz el 11 de septiembre del mismo año, con el propósito de incorporarse al Cuerpo Constituyente el 2 de octubre.

En la corte de Cádiz, Olmedo se mostró como republicano, patriota e ilustrado humanista. En esta corte pronuncio el 12 de agosto de 1812 el brillante Discurso sobre la abolición de las mitas, que luego sería publicado por Rocafuerte en Londres. Esta y otras intervenciones brillantes dieron lugar a que sea escogido secretario de las cortes y luego el 13 de marzo de 1813 se lo incorpore como miembro y secretario de la diputación permanente. El 2 de febrero de 1814 fue uno de los valientes que firmó el decreto que intimaba a Fernando VII, para ser reconocido como rey. La firma de este decreto provocó la persecución por parte del absolutismo de todos los firmantes, lo que motivó que Olmedo, para poder librarse, se escondiera en Madrid hasta el año 1816, que fue cuando por fin pudo zarpar hacia Guayaquil. La llegada de Olmedo a Guayaquil se produjo el 28 de noviembre de 1816. Su regreso a esta ilustre ciudad fue particularmente especial ya que conoció a doña María Rosa de Icaza y Silva, de quien quedó profundamente enamorado y con quien el 24 de marzo de 1817 formó un hogar que dio como fruto dos hermosas niñas, Virginia y Rosa Perpetua, y un varón, José Joaquín. Los tres años que siguieron a su matrimonio fueron de extremada calma para él, ya que utilizó este tiempo para dedicarlo a su pasión literaria, dando como resultados verdaderas joyas poéticas, sobresaliendo entre ellas la silva escrita durante un viaje a Lima en el año 1817, titulada A un amigo en el nacimiento de su primogénito.


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