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Jed Sparks, profesor de ecología y biología evolutiva de la Universidad de Cornell, destaca que “es una forma de pérdida de nitrógeno en un ecosistema que nunca había sido tenida en cuenta con anterioridad”. Los investigadores de Cornell, al demostrar que las temperaturas más altas provocan que el nitrógeno escape en forma de gas de los suelos desérticos, han clarificado el ciclo del nitrógeno en estas zonas. De hecho, consideran esto de tal importancia que es posible que todos los modelos de cambio climático necesitarán ser modificados para tener en cuenta este descubrimiento. Los investigadores señalan que la mayoría de modelos climáticos sólo consideran los factores biológicos para predecir las emisiones gaseosas de nitrógeno procedentes del suelo, de ahí el cambio necesario.
De hecho, el estudio advierte de que los cambios en los patrones de precipitación debidos al aumento de temperaturas pueden desembocar en mayores pérdidas de nitrógeno en los ecosistemas áridos. Esto causaría que las tierras áridas se tornasen infértiles e incapaces de soportar vida vegetal. Inclusive para aquellos modelos que predicen un aumento de precipitaciones en esas zonas, la combinación agua-temperaturas altas desembocaría en una pérdida aún mayor de nitrógeno. Esto es aún más dramático en las zonas de permafrost de los parajes de tundra, en los que el deshielo desemboca en expulsiones masivas de este gas.
Además, más óxidos de nitrógenos en la troposfera crearían O3 cerca del suelo, que como ya remárcabamos en otra entrada, es tóxico y contribuye a la contaminación atmósferica, aumentando el efecto invernadero (con lo cual mayor temperatura, y mayor pérdida otra vez de nitrógeno). Teniendo en cuenta que los desiertos representan del 35 al 40% de la sueprficie terrestre, y las zonas semiáridas las más probables para nuevos asentamientos humanos, es necesario prestar extrema atención a estos procesos de desertificación (parcial) a medida que avanza el calentamiento global.