• Asignatura: Historia
  • Autor: elizabethpereda12020
  • hace 5 años

Resumen de la novela ave sin nido capitulo 19 segunda temporada ESPARA HOY
AYUDA ​


veritop23000: medas 5 estrellas me tarde muchoooooooooooooooooooooooooooo

Respuestas

Respuesta dada por: veritop23000
1

Había alguno interesado como Manuel en saber la suerte que hubo corrido la pareja Marín.

Este era el cura Pascual, quien hizo prodigios de inventiva para allanar explicaciones con doña Melitona, que así se llamaba la mujer que fue a acompañarlo en esa noche siniestra.

Luego que las campanas quedaron mudas y cesaron los disparos, el cura Pascual dijo para sí:

-Esta es la hora en que ya se ha arribado a un resultado cualquiera. -Y dirigiéndose a Melitona, agregó con disimulo:

-Parece que toda esa bulla ha concluido, ¿eh?

-Sí, creo que ha pasado, curay ¡Jesús, y qué sustos los que he tenido! -respondió Melitona haciendo aspavientos, a lo que el cura repuso:

-Y los míos no han sido pocos desde la hora en que sentí el primer disparo, creyendo que atacasen la iglesia, y tú que porfiabas...

-Felizmente nos persuadimos pronto de que era en otra parte, y ¿cómo te hubiese consentido salir?

-¡Jesús me ampare! Bien hecho que me atajaste, Melitonita; si bien dicen que las mujeres...

-Y, ¿qué habrá sido, curay? -preguntó con inocencia la mujer.

-Serán cosas de política: gracias a Dios que no salí, gracias, gracias -repetía el cura en cuyo corazón estaba creciente la ansiedad por saber el resultado, aunque alcanzaba a dominar sus emociones aparentando calma.

Melitona se quedó dormida sin más explicaciones, pero el cura velaba aguardando inquieto la llegada de la aurora.

No bien hubo rayado el crepúsculo matutino y se sintieron los pasos de la   —763→   gente que transitaba por las calles, tosió fuertemente el cura, desprendiéndose el pañuelo con que había atado su cabeza, y colocándolo debajo de la almohada, dijo

-Vete, pues, Melitonita; tú que eres mujer debes ser harto curiosa; infórmate de lo que en realidad ha pasado anoche en este vecindario, que, como hemos calculado, ha sido... me parece en la dirección de la casa de don Fernando; yo voy a prepararme para celebrar.

Ahoritita, curay respondió doña Melitona dándose por satisfecha de la comisión; santiguose tres veces se vistió, prendiose el mantón de cachemira morada con guardas negras, y salió.

Las primeras gentes con quienes se encontró le dieron razón casi exacta del asalto a la casa de don Fernando Marín; pero deseosa de llevar a la casa parroquial noticias comprobadas por sus ojos, se introdujo al mismo teatro del suceso.

-¡Jesús! ¡Qué temeridad! ¡Qué herejes habrán hecho esto! ¡Ay, vean, pues, todo pedazos! -decía caminando por entre las ruinas, y contemplando los despojos.

Lucía y don Fernando se encontraban sanos y salvos, rodeados de gente en el gabinete de su casa, y Manuel, con toda la indignación de su corazón puro, y con todo el fuego de su edad, decía en alta voz:

-Es inconcebible iniquidad igual, señor don Fernando. Este pueblo es un pueblo bárbaro, y la salvación de ustedes ha sido milagrosa. Cuéntenos cómo salvaron.

-El milagro es de Lucía -respondió con tono seco don Fernando, anudándose la corbata que por distracción tenía suelta, y dando grandes pasos por la habitación.

-¡Señora Lucía! -dijo por toda respuesta Manuel, dirigiendo la vista hacia el sofá, donde estaba un tanto recostada aquélla, profundamente emocionada; y aspirando de rato en rato sales encerradas en un frasquito de cristal de Bohemia, cuya tapa entreabría con cuidado.

Don Fernando, como siguiendo el curso de sus ideas, dijo:  

-¡Qué horror! ¡Muchos sabrán lo que es despertar en la bulla del desorden, el tiroteo y la matanza, porque en el país se soportan y se presencian con frecuencia esos levantamientos y luchas civiles, que ya en nombre de Pezet36, Prado o Piérola37 llevan el terror y el sobresalto, sea en el aura de una revolución, sea en los fortines de una resistencia! ¡Pero lo que pocos sabrán es el despertar del sueño de la felicidad entre el plomo homicida y la voz del degüello lanzados en los muros de su propio dormitorio! -¡Basta, don Fernando! ¡Basta! -gritaron varias voces en coro.

-¡Qué atrocidad! -agregó Manuel pasándose la mano por debajo del pelo,

Preguntas similares