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Respuesta:
El Descubrimiento de América fue un hecho histórico de consecuencias
inimaginables. La introducción de un Nuevo Mundo en el imaginario de una
humanidad que hasta entonces creía haber alcanzado los límites de la tierra, significó
un profundo cambio en la concepción que del universo tenía el hombre renacentista
europeo. Las noticias que sobre el Nuevo Mundo circularon en aquella época entre
los contemporáneos a este inconcebible acontecimiento, terminaron por crear una
cierta imagen de América, que ayudaría a forjar su propia identidad internacional.
Esta identidad estuvo cimentada en el hecho de que España quiso que
América fuese un proyecto histórico predeterminado, cuyos lineamientos se trazaron
deliberadamente desde la metrópoli. Álvaro Gómez Hurtado afirma en su libro La
Revolución en América que “la colonización fue una empresa histórica planificada
[…] nunca antes fue necesario premeditar en grado tan absoluto una emigración”1
. La
América Española heredó de la Península Ibérica su lengua, religión, costumbres y
cosmovisión, y de esta forma, la consolidación de la identidad internacional
americana estuvo caracterizada por la hispanización del Nuevo Mundo.
España se aseguró de que su colonia americana fuese un motivo de prestigio
y riqueza para el Imperio y una oportunidad para la difusión del cristianismo católico.
La colonización y el proyecto evangelizador fundamentalmente, se encargaron de
construir una América que fuera reflejo de la misma España. El utopismo se
responsabilizó entonces de crear un ideal de perfección de la humanidad para
implantarlo, al menos parcialmente, en América. Los filósofos, politólogos e
historiadores europeos vertieron en sus páginas el deseo de convertir al Nuevo
Mundo en la sociedad anhelada por la entonces convulsionada Europa.
Sin embargo, las complejas realidades hispanoamericanas de orden cultural,
histórico y social, conforman un entramado bastante más denso de lo que las utopías
suelen referir. El constructivismo de Nicholas Onuf conoce esos entramados con el
nombre de orden social. Éste se define como un modelo estable de normas,instituciones y consecuencias no deseadas, observable por los agentes2
ajenos a él.3
Es decir, los órdenes sociales son estructuras internacionales, reconocibles por otros
actores, ya sean de tipo cultural, político, jurídico, etc. Y dichas estructuras se
componen de reglas e instituciones comunes.
En el caso de Hispanoamérica, dado que se trata de un orden social de tipo
cultural, las instituciones comunes son también culturales, como la lengua, la religión
y las tradiciones. En cuanto a las normas, según lo establece el propio Onuf, pueden
también ser ideas y creencias.4
En este sentido, las normas que sirven de fondo para la
consolidación del orden social, en el caso de Hispanoamérica, pueden ser las mismas
ideas y creencias que conforman el entramado del legado hispánico, compartido por
las naciones americanas.
En lo que se refiere a las consecuencias no deseadas5
, dentro del contexto
estudiado aquí, son numerosas. Para los Estados americanos, el surgimiento mismo
de un movimiento político, algunas veces incluso bajo la forma de grupos armados
ilegales como sucedió de hecho con la Teología de la Liberación, es de por sí una
consecuencia no deseada. Para la Iglesia Católica, la interpretación de la doctrina que
hicieron liberacionistas como Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez, se constituye
también como consecuencia no deseada.
Este intricado tejido de elementos se erige en medio del sistema
internacional, ya sea bajo la denominación de orden social o de estructura; es
reconocible por otros actores dentro del sistema y por consiguiente, tiene una
identidad internacional determinada. De esta forma, el continente hispanoamericano,
mediante el proceso de colonización, se consolidó como una estructura histórico
Explicación:
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