• Asignatura: Castellano
  • Autor: miltoncarabajal72
  • hace 5 años

aplicando el método de holme ¿que habrá observado el detective emilio alterno para en el conserje del caso de hotel impremal para sacar esa conclucion​

Respuestas

Respuesta dada por: Johann12345
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El caso del Hotel Imperial

de Franco Vaccarini

En la Terminal de Ómnibus de Rosario me tomé un taxi, directo al bar El Cairo. Allí, en una de las mesas más alejadas -el bar es grande como una cancha de fútbol- me esperaba el inspector de policía Augusto Corneta. Tenía la nariz chata, como deshuesada. Era ancho y de modales corteses: ese tipo de cortesía que puede tener un oso melero al que acaban, de picarlo quince abejas. Mi cliente, uno de los socios del Hotel Imperial, me había recomendado verlo ya que ambos estaríamos investigando el mismo caso: los robos de dinero en efectivo a los pasajeros del hotel, cuando se ausentaban de sus habitaciones. Salvo Corneta nadie más debería saber quién era yo. El cliente me había facilitado cinco mil pesos marcados para usar de carnada en cuanto tuviera un sospechoso firme.

—¿Usted es Emilio Alterno, el querubín que viene de Buenos Aires a solucionar nuestros problemas? —me recibió Corneta, áspero. —El mismo, inspector. —La policía rosarina no lo necesita, sépalo. —Viviré con esa cruz, lo sé. Sabía que el inspector era un hincha fanático de un club rosarino al que los entendidos llaman La Lepra, así que saqué mi as de la manga. —¿Y cómo andan los leprosos? El hombre suspiró, elevó los ojos y dijo: —Estamos mal, como este muchacho, que tuvo tardes gloriosas en nuestro club, el Misil Masantonio, un delantero que tenía un potente disparo con la derecha.

Hace tiempo que es noticia porque está en la lona, y ahora lo desalojan de su vivienda, no puede pagar ni el alquiler —dijo mostrándome un ejemplar del diario La Capital, con una gran foto de Masantonio. Simulé una pena honda y mentí: —Yo soy leproso desde la cuna, Cometa. El tipo se derritió. Hablamos media hora de fútbol y hasta me pagó el café. Nos despedirnos como hermanos, con un abrazo.

Caminé hasta el hotel y pedí un cuarto. El conserje, un muchacho de ojos diminutos y orejas rosadas, me preguntó: —¿Paga con tarjeta o efectivo? En este momento, las tarjetas están suspendidas. —¿Entonces? —Puede pagar con efectivo. —Muchas gracias. Siempre es bueno poder elegir, para eso es la democracia. —Acá acostumbramos a cobrar el día por adelantado. —Más democracia, eso es bueno. Le pago una semana. Dejé el bolso en el cuarto y bajé a la confitería, en una mesa con vista a la conserjería. Durante los días siguientes esa mesa fue mi atalaya: miraba el movimiento de pasajeros que iban y venían. Noté que algunos pagaban con tarjeta de crédito, al irse. Y otros, como yo, en efectivo y adelantado.

Patrullaba los pasillos con sigilo, iba al bar, al cuarto, a los pasillos, al bar, al cuarto. Conocí los turnos de los conserjes, los camareros, las empleadas de limpieza. Para ellos yo sería un tipo algo aburrido y un poco curioso. Tenía que simular alguna actividad que justificara mi estadía, así que me ausentaba algunas horas y me dedicaba a recorrer la peatonal, l as librerías, la costanera; y la costanera, las librerías, la peatonal. Comí pacú en un restaurante de barrio. Lo llamé a Cometa para pedirle el horario de los diez robos. Me citó en El Cairo, habló una hora de fútbol y me dio la estadística. Comprobé que ocho robos fueron en horario nocturno y dos por la tarde. Hablé por teléfono con mi cliente y le pedí una lista de todos los empleados del hotel y los horarios en que habían trabajado desde el primer robo a la fecha. Me la mandó por correo electrónico. Un tal Freston había estado de turno cada una de las noches en que se robó; y había reemplazado a un compañero ausente las dos tardes.


Johann12345: espero te ayude
miltoncarabajal72: muchas gracias pero ya me la avían contestado pero muchas gracias ahora puedo poner mas
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