Respuestas
Respuesta:
es trabajar en la pregunta y analizar hasta tener una idea clara.
Respuesta:
No basta con saber redactar o con tener un gran conocimiento. Incluso, no basta con ser brillante. Responder a una pregunta teórica de forma correcta implica una serie de técnicas que no siempre se tienen en cuenta, y que son de gran utilidad a la hora de desarrollar la respuesta perfecta; justo ésa que lleva a quien nos corrige a darnos la más alta calificación.
Clave número 1: la pregunta
Son técnicas que conocen bien en la Universidad de Oxford, donde en no pocas ocasiones los alumnos redactan respuestas que demuestran grandes conocimientos y buenas ideas, pero que no responden exactamente a lo que se busca de ellos en ese momento. Así lo cree, por ejemplo, Sthepanie Allen, profesor en esta universidad y autor del texto: “Atención y precisión: cómo escribir respuestas que respondan a la pregunta”. Y para Allen, la clave está en interpretar correctamente la cuestión. Si sabemos qué quieren de nosotros, sabremos qué es exactamente lo que tenemos que ofrecer.
“Lo más importante es localizar la palabra clave dentro de la pregunta”, asegura Allen. Parece básico, pero los nervios juegan malas pasadas, y no siempre nos paramos a pensar suficientemente qué nos están preguntando. No es lo mismo analizar, que explicar, que comparar, o que evaluar de forma crítica. Por lo que nunca debemos empezar a escribir sin ser totalmente conscientes de qué es lo que nos piden.
Dicho de otra manera, que todo lo que has leído y estudiado no te nuble la vista. Lo más importante es leer la pregunta.
Un consejo que comparte con otros expertos. Entre ellos Squirrell, Doctor en la Universidad de Edimburgo, que ha dedicado todo un blog a resumir esta técnica, y que nos recuerda también otro elemento que nunca debemos perder de vista: la estructura.
Clave número 2: el orden
Estructura, orden, o planificación del texto. No importa cómo lo nombremos, lo importante es que seamos conscientes de que es fundamental, pues será el recipiente sobre el que vamos a volcar todo nuestro conocimiento.
Y como bien está lo que bien parece, es imprescindible, según Squirrell, transmitir una sensación de orden desde el inicio.
Así, la introducción de nuestro texto debe contener la idea general de aquello que vamos a transmitir. Ni más ni menos.
El cuerpo estará compuesto por diferentes párrafos, y lo ideal es que cada uno de ellos responda a una idea. Ideas que se deben desarrollar en orden lógico, primero las principales, después las secundarias. Y, en caso de que nuestro texto requiera de análisis crítico por parte del alumno, será aquí también donde debemos incluir nuestro diagnóstico personal.
Por último, la conclusión no debe contener nunca ideas nuevas, sino mostrar una conclusión coherente con lo ya expuesto en párrafos anteriores.
Clave número 3: el lenguaje
No, no estamos hablando de tachones o de palabras reescritas, algo que, por otra parte, siempre debemos evitar. Nos referimos a limpieza expositiva.
La claridad a la hora de exponer conocimientos es siempre un “plus” que los examinadores agradecerán.
No sientas que debes dar cuenta de todo lo aprendido haciendo uso de un lenguaje demasiado técnico o académico. La sencillez es un acierto en sí mismo. De hecho, demuestra que la persona que redacta el texto ha interiorizado los conocimientos, y que no está perdido, naufragando entre un millón de datos. Además, recuerda que el examinador tiene que leer una gran cantidad de textos, y que siempre agradecerá que se le facilite la tarea.
Éste es uno de los aspectos que más resaltan en la Universidad de Havard, cuando aconsejan a sus alumnos cómo enfrentar una pregunta de desarrollo. Insisten en la importancia de evitar las repeticiones, comparaciones sin base sólida, y en ser cuidados a la hora de escoger las frases de conexión, aquellas que nos llevan de una idea a otra.
y por supuesto, no olvides nunca dejar un tiempo para releer el texto, y evitar faltas de ortografía o de sintaxis, que pueden sobrevenir fruto de una escritura rápida. Lo que nos lleva, directamente, a la siguiente clave.
Clave número 4: la velocidad.
Rapidez no es sinónimo de precipitación, ni debe serlo. No son pocos los alumnos que sufren ante la idea de si tendrán tiempo suficiente para demostrar todo su conocimiento el día del examen.
En este sentido, la experiencia es un grado, por lo que todos los expertos nos recomiendan ensayar con anterioridad, forzarnos a responder a determinadas preguntas cronómetro en mano, e incluso servirnos de nuestro entorno para reforzar esta práctica.