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A propósito de la comentada columna de hoy 24 de mayo de Daniel Matamala en el diario La Tercera («Decálogo del buen progre»), desde Revista DeFrente hemos querido compartir una respuesta en los mismos términos, pero dirigida a un tipo de “progre” que, al igual que la figura que Matamala utiliza, es, en lo esencial, el resumidero de un conjunto de ideas y posturas políticas abierta o soterradamente funcional e inofensivo para los intereses de las derechas, los poderosos, y los grandes poderes de la actualidad nacional e internacional.
No está de más, por otra parte, señalar lo riesgoso que nos parece el que ciertos medios y referencias se instalen con tanta fuerza como “voces validadas” como “críticas”, cuando en muchísimas circunstancias han mostrado finalmente alinearse con posturas de derechas, alineados por acción u omisión con los intereses de los grandes poderes de dentro y fuera de nuestro país. Tampoco está de más señalar que se le otorgue tanta validación, incluso entre personas genuinamente progresistas y de izquierdas, a un medio como La Tercera, sistemáticamente alineado con las derechas y grandes grupos económicos de nuestro país, de propiedad de Álvaro Saieh, el mismo al que el Gobierno le acaba de comprar a sus Supermercados Alvi la cifra nada despreciable de 1.700 millones de pesos en una sola pasada, en trato directo y con evidente sobreprecio si es que se dice que la caja de mercadería equivale a lo que señalan como precio. Obviamente ese tipo de «detalles», como tantos otros, quedan fuera del horizonte de la «crítica» de «progres» del tipo que aquí tratamos.
Dicho todo eso, les presentamos, el Decálogo del buen progre:
1. El buen progre es paciente y respetuoso. Cuando alguna política pública o respuesta gubernamental ante algún suceso no funciona o funciona sólo para los poderosos y sectores privilegiados, el buen progre llamará a la prudencia, a que “hay que respetar a las autoridades” (¡más en tiempos de crisis!), a que hay que “cuidar las instituciones de la república”, a que “las instituciones funcionan”. Pondrá su mejor cara de hombre o mujer «de Estado», irá a codearse con las elites para mostrar «sentido de responsabilidad», y catalogará de «infantiles» y «afiebrados» a todo quien ose increpar su entreguismo y oportunismo político de ocasión.
2. El buen progre es agradecido y comprensivo. Si alguien apunta, interpela y critica a las extremadamente neoliberales y proempresariales políticas de las fuerzas y referencias políticas que admira, el buen progre llamará a sopesar los contextos y las dificultades, citará sin quererlo a Margaret Thatcher y su “no hay alternativas”, y aunque no quiera reconocerlo, se pondrá una y otra vez en el campo ideológico de ese “fin de la historia” que supuestamente nos condenaría al recetario liberal y capitalista hasta el fin de los tiempos.
3. El buen progre no se mete con la esencia de la política de los grandes poderes. El buen progre podrá opinar muchas cosas y aparecerán como “críticas” para muchos, podrá apuntar a los excesos del modelo y las derechas reaccionarias lo tildarán de “comunista”. Pero llegado hasta cierto punto, y ante la primera amenaza de “desmadre” y de genuina rebelión y transformación social y popular, llamará al diálogo comprensivo y al consenso, preferirá aparecer como “republicano responsable” antes que militante de las causas y las mayorías populares movilizadas, y finalmente convocará a “nuevos pactos sociales” donde dominarán la oligarquía y los grandes capitales.
4. El buen progre es obediente y temeroso. A pesar de aparecer a veces como “crítico”, en prácticamente todo lo sustancial el buen progre adoptará el universo ideológico y programático de los sectores más reaccionarios. Y cuando haya actores o sectores que los desafíen en sus pilares, gritará con tanta o más fuerza que aquellos que “esa no es la forma”, que eso es “populismo”, que la impugnación decidida y sin medias tintas puede ser un “riesgo para la democracia” y una muestra de exagerado maximalismo e irresponsabilidad. El buen progre será obediente a las ideas que ponen los poderes dominantes de la órbita estadounidense y europea: Hablará de «regímenes» y «dictaduras» sólo para hablar de países gobernados por fuerzas de izquierdas u otras referencias incómodas para el imperialismo de la OTAN, mientras que jamás se preguntará ni le preguntará a nadie por el «régimen de Trump» ni por la dictadura de los capitales contra los pueblos. Las palabras de «imperio» o de «imperialismo» les están vetadas al buen progre o la buena progre.
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