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Calímaco, el enamorado de Lucrecia, asocia a su empresa a Ligurio, un parasito que frecuentaba la casa de Nicias.
Lucrecia en la esposa de este, y Ligurio finge ser un médico con tal de acercarse al lecho de la mujer, que está enferma. Ligurio es el encargado de realizar la trampa.
El falso médico receta una mandrágora que hará fértil el vientre de la esposa.
Nicias, que poco a poco se ha dejado convertir en instrumento inconsciente de Calímaco, accede a la búsqueda de un hombre que este con Lucrecia en su cuarto, pues eso hace parte de la ‘curación’ de la esposa.
Ligurio es el más convincente y quien persuade a la madre de Lucrecia para que hable con Fray Timoteo y lo convenza de absolver ese pequeño pecado “que va bien a la salud”.
Absueltos los pecadores, esa misma noche raptaran, al azar a un hombre que tendrá que hacerles compañía a Lucrecia, y ese hombre resulta ser nada ni nada menos, que el hábil Calímaco.
El carácter más atractivo lo posee Fray Timoteo; en él quiso retratar Maquiavelo una iglesia negociante: comercia con la Virgen, con el purgatorio, con la salvación.
Con este personaje, la pintura de costumbres que preparo el autor logra la perfección.Es un hombre mediocre que solo es capaz de engañar a las mujeres: “…la señora Lucrecia es prudente y buena. Pero esa bondad me servirá para mis fines.
Todas las mujeres tiene poco seso; y, en cuanto hay una que sabe decir dos palabras, ya se jacta de ello, porque en tierra de ciegos el tuerto es el rey”.
Siempre está mascullando padrenuestros y avemarías, esta imbuido de las costumbres mecánicas del oficio sacerdotal, pero todo aquello lo ha asumido con indiferencia.
A Ligurio, que prometiéndole abundante limosna le ruega que favorezca un aborto, Fray Timoteo le responde: “sea en el nombre de Dios, hágase lo que queréis, y por Dios y por caridad tómense todas las medidas… Dadme esos dineros, para poder comenzar hacer algún bien”.