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Resúmen.
CAPÍTULO PRIMERO: Las sombras de un mundo cerrado
El Papa Francisco alerta que, los pasos que la humanidad había dado en las últimas décadas hacia diversas formas de integración, parecen estar quedándose atrás, con el regreso de conflictos anacrónicos que parecían superados y nacionalismos cerrados y agresivos.
El Papa hace un recuento de las amenazas como la pérdida de conciencia histórica, la desconfianza disfrazada de la pérdida de algunos valores, la polarización política, la imposición de un modelo cultural único, la cultura del descarte que afecta principalmente a los no nacidos y a los ancianos, la inequidad que favorece el crecimiento de la pobreza, las diversas formas de injusticia, la esclavitud moderna, guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, la globalización sin rumbo, la pandemia, la desinformación y la amenaza a los migrantes.
Pese a estas “sombras densas que no conviene ignorar”, el Papa asegura que, con esta encíclica, busca dejar un mensaje de esperanza “Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien”, y recuerda la labor heroica del personal de salud y hospitalario durante la pandemia, y los empleados de supermercados, cuidadores, transportistas, voluntarios, sacerdotes y religiosas que “comprendieron que nadie se salva solo”.
CAPÍTULO SEGUNDO: Un extraño en el camino
El Santo Padre cita el capítulo 10 del Evangelio de Lucas, en el que el evangelista narra la Parábola del buen samaritano, “un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele”.
El Papa explica cómo desde el Antiguo Testamento hay un llamado de amar al extranjero. En el Nuevo Testamento resuena con fuerza el amor fraterno, con citas como: “Toda la Ley alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5,14).; y “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”(1 Jn 4,20).
El Papa lamenta cómo la humanidad ha crecido en distintos aspectos, “pero somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente”.
Reconoce que, a veces, le asombra cómo la Iglesia tardó tanto en condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia, pero con el desarrollo de la espiritualidad y la teología ya no hay excusas. No obstante, lamenta cómo algunos se sienten alentados “o al menos autorizados por su fe” para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, y actitudes xenófobas.
“Para ello –agrega- es importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos”.
(las otras 6 no me cabe aquí)
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Las sombras de un mundo cerrado:A pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar, Fretelli Tutti busca hacer eco de numerosos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad de bien.
Un extraño en el camino:el Papa retoma la parábola del 'Buen Samaritano' para profundizar sobre el sentido del prójimo bajo la figura del caído y abandonado al lado del camino para invitarnos no tanto a reconocerlo como prójimo, sino a hacernos prójimos de todos
Pensar y gestar un mundo abierto: NO a un mundo que ponga el derecho natural a la propiedad privada por encima del principio del destino universal de los bienes, como patrimonio de toda la familia humana. “No compartir con los pobres los propios bienes, es robarles y quitarles la vida
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