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En estas épocas, las condiciones de la mujer no varían gran cosa desde la Edad Media. Mientras el hombre se coloca como centro del Universo dando lugar al humanismo, la mujer ocupa el mismo lugar de sumisión y obediencia. Sigue manteniéndose el binomio Virgen María – Eva, es decir. La virtud frente al pecado. Autores como Fray Luis de León, en su obra “La Perfecta Casada” anima a la mujer a leer, pero solo ciertos libros: La Biblia, Cicerón o Séneca….etc. y la desanima a adentrarse en otro tipo de Literatura que la lleve “fuera del buen camino”; Luis Vives sigue la misma tónica y desaconseja a la mujer leer libros de caballería, siguiendo los cánones establecidos por Santo Tomás que determinaba nuestra conducta y modo de vestir según nuestro estado civil, no es de extrañar por tanto el establecimiento de rejas en puertas y ventanas para preservar nuestra virtud. Es claro el rol asignado: Servicio para sus esposos, procreación y crianza de los hijos.
La vida pública de las mujeres era muy escasa, tenían pocas posibilidades de salir la calle. Una de las formas más habituales de escapar de "la clausura" domestica, era la realización de prácticas religiosas. Las iglesias se convirtieron en centro de encuentro para muchas mujeres