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La frontera indígena sur del virreinato del Río de la Plata era el límite austral hasta donde este virreinato lograba ejercer su dominio real y efectivo pues más allá del mismo se encontraban territorios que en los hechos eran controlados por los distintos pueblos indígenas que habitaban la región pampeana y la Patagonia, principalmente los tehuelche, pehuenches, los mapuches, y los ranqueles.
Carlos Morel, Indios pampas (Serie Ibarra). Siglo XIX. Visible: 25 x 28 cm Llitografía: 21 x 26,5 cm, litografía sobre papel
Diversas campañas militares y acuerdos de paz fueron realizados entre los españoles y los indígenas con el objeto de contener sus ataques o de avanzar sobre estas tierras, para incorporarlas.
Explicación:
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El origen de su nombre viene de la situación entre las tierras conquistadas por Alvar Fáñez en tiempos de Alfonso VI y las tierras ocupadas por el musulmán invasor allá por el siglo XI.
Los pueblos de Cuenca prestaron unos buenos servicios a D. Alfonso VIII para su Reconquista, y debido a eso les hizo una donación de extensión de terreno conocida por el nombre de Sierra de Cuenca para que pudieran aprovecharse tanto de los pastos como de otros beneficios, al igual que la propia ciudad. Esta donación fue después confirmada por los reyes D. Fernando III el Santo y D. Alfonso X el Sabio y otros.
El libro más antiguo que existe hablando de esta villa de La Frontera data de 1558. Este libro se conserva en el Archivo Municipal. Trata de las mojoneras que se hicieron en este término con los pueblos vecinos.
Al empezar a hablar de las mojoneras se lee: «En la villa de la Frontera, que solían llamar “Titos”, que es del noble caballero D. Juan Hurtado de Mendoza...”» No aparece aclarado en ningún documento el por qué de este nombre «Titos», ni el posterior, con el que se conoce actualmente, de La Frontera.
D. Juan Hurtado de Mendoza, Señor de Cañete, fundó el mayorazgo de la ilustre villa de la Frontera a favor de su hijo D. Luis, y de su segunda esposa, Dª Elvira de Rabanal, con facultad real dada en Salamanca el 14 de diciembre de 1486, refrendada por Fernán Álvarez, según escritura fechada en Cuenca, el 19 de marzo de 1487 ante Alfonso Ruiz de Fuentes.
Otros personajes relacionados con la historia de La Frontera, aunque con una participación poco clara en el desenvolvimiento histórico de la villa, son:
D. Diego de Ribera, Adelantado Mayor, según cita la cédula real de D. Juan II, dada en Tordesillas, el 30 de junio de 1428.
Dª Juana Pacheco de Silva, viuda de su primer marido D. Luis de Meneses Padilla y Toledo, celebró segundo matrimonio con D. Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, Octavo Señor de la Frontera, Buenache y Valdecabras, de quien tuvo una hija que murió niña.
D. Iñigo López de Mendoza, segundo Conde de Tendilla y primer Marqués de Mondéjar.
Eran entonces, regidores y alcaldes de la villa, Antón de Cañizares y Miguel Lamo y como procurador Juan Ramiro.
En el siglo XVII, el término, baldíos y pastos de La Frontera serán del Marqués de Palacios, quien reside en el lugar administrando sus fincas. Los vecinos mantienen ciertas desavenencias con el Marqués por los pastos y sobre todo, por la corta de madera.
En 1752 se elabora el Catastro de Ensenada y La Frontera figura como lugar que pertenece al Marqués de Palacios y de Mondéjar, Conde de Tendilla, y vecino de la villa de Madrid.
En el 1850, Madoz dice que este lugar está construido en una pequeña ladera entre los ríos Escabas y Trabaque, con clima templado y sano, con 135 casas de mediana construcción, entre ellas el Ayuntamiento con cárcel y pósito. Tiene escuela de niños con 100 ducados de dotación y 40 niños; buenos pastos con arbolado, tres fuentes que abastecen la población, iglesia parroquial de San Andrés con un cura y tres ermitas en las inmediaciones dedicadas a Nuestra Señora de Belén, otra más pequeña dedicada al Santo Cristo de la Fe, y la tercera a San Quilez (San Quirico).
Según tradición de la gente en el paraje conocido como Fuente de San Juan, existió una ermita alrededor de la cual existió un pequeño poblado. La ermita debió estar dedicada a San Juan. Se han encontrado restos de piedras labradas, monedas, utensilios de cocina y señales evidentes de que aquella comunidad, tuvo cierta importancia para su época, en la vida de este término. Hoy, como recuerdo, sólo quedan las posibles ruinas de la ermita y una fuente que sirve como abrevadero para el ganado.