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Apenas entraste al salón, emanaste tu desprecio por todo el lugar. Como si el resto fuéramos poca cosa, tanto, que ni siquiera merecíamos respirar el mismo aire que tú. Ahora, cuando las papas queman, vienes y nos tratas como si fuésemos uno de los tuyos. La actuación nunca fue tu fuerte. Y una vez más, lo dejas en evidencia.
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