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María Atines estaba llorando, era una mujer muy hermosa y cuando Alfonso la vio le preguntó que le pasaba, ella le dijo que era una tontería:" estaba ayer en el templo, la Virgen resplandecía y mientras cantaba el Salve Regina ella vio un objeto que le llamó mucho la atención y era la ajorca que la Virgen llevaba en el brazo con la que sujeta a su hijo. María quería esa joya, pero soñaba con otra mujer la calle decía que nunca sería suya. "Sus lágrimas hicieron ir a Pedro Alfonso ha buscar la ajorca que estaba en manos de La virgen del Rosario. Así que, un día él entró en la Catedral de Toledo, tenía mucho miedo, cuando fue a andar parecía como si alguien le sujetara los pies y vio el suelo de la capilla todo lleno de lápidas. Consiguió llegar hasta la Virgen, le quitó la joya y cerró los ojos. Ahora sólo tenía que huir, pero antes había que abrir los ojos y eso le daba miedo. Los abrió y vio que la iglesia se había llenado de santos, monjes, demonios, guerreros, damas, pajes... todos los que antes estaban pintados o esculpidos por la iglesia ahora tenían vida propia. Después un tela de sangre cubrió su vista. Y cuando unos dependientes de la iglesia lo encontraron aún llevaba la joya, les dijo con una carcajada ¡suya, suya!. Se había vuelto loco.