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Planteamiento general
Junto a lo planteado, la "Socioeconomía" también delata la incapacidad de la economía estándar para medir el valor, o lo que es lo mismo: la imposibilidad de tener baremos de suficiencia o de crecimiento no monetarizable. Las desigualdades globales, pues, nos dan idea de la pobreza valorativa de los indicadores utilizados al centrar las referencias fundamentalmente en las diferencias de renta. Ciertamente, la visión de conjunto nos pone a todos en carrera: una competencia por potenciar un tipo de valores, que como ya denunció el economista y Premio Nóbel sueco G. Myrdal (1898-1987), tienen un carácter acumulativo-adquisitivo y son monetarizables hasta la exponencialidad.
Pero hay una tercera crítica que la "Socioeconomía" lanza a la economía neoclásica y se refiere al marco de análisis relacional. El contexto apropiado es el formado por la suma de relaciones múltiples que continuamente se dan entre tres ámbitos:
El entorno biofísico, o sea, los recursos, materias, y procesos naturales, que posibilitan el sostenimiento vital y los productos iniciales en los procesos de transformación.
El sistema de producción y consumo, que es lo que caracteriza a la sociedad industrial y a las transacciones económicas y comerciales que configuran el modelo capitalista moderno.
El entorno cultural, conformado por unos valores y un sistemas de creencia que, se supone, modelan estilos de vida y priman una serie de determinadas aspiraciones sociales.
Las relaciones entre estos tres ámbitos dan soporte a todo el sistema, y lo dotan de su propia coherencia interna. Naturalmente, la ciencia económica, que más propiamente está presente o hace referencia al sistema de producción y consumo, no puede reafirmar su autonomía hasta el punto de romper la relación de dependencia entre los tres ámbitos referidos. Para la Socioeconomía, la economía estándar ha hecho precisamente esto. Y es ésta una de las razones principales por las que en los planteamientos economicistas priman unos fines (técnicos) sobre otros (sociales).
Si en el paradigma económico neoclásico las preferencias eran dadas y constantes en el contexto de una economía y un mercado competitivos, en la propuesta socioeconómica los actores amoldan sus preferencias a los valores de la comunidad y a las circunstancias del momento. El resultado es que mientras la economía liberal incrementa cada vez más la competitividad entre unos actores económicos definidos exclusivamente como sujetos de mercado (sin una dimensión afectiva, social, o cultural), la socioeconomía prima la cooperación responsable, que incluye esas dimensiones.
El intento neoclásico de entender comportamientos no económicos de manera exclusivamente racionalista (según los criterios de racionalidad propios de su visión) no es aceptable. Por ello la socioeconomía trata de explicar también de qué manera los condicionamientos morales y sociales influyen en comportamientos como el ahorro, los incentivos laborales, el comportamiento de los mercados, y la productividad.
Otro asunto a considerar para ver la contraposición entre los dos paradigmas, el neoclásico y el socieconómico, es el caso del poder de discrecionalidad. La idea de que los sujetos individuales saben lo que es mejor para ellos, está firmemente asentada en el discurso neoclásico y recogida en expresiones como "el que paga manda", o "el cliente siempre tiene razón". Los neoclásicos, a lo sumo, admiten que un sujeto puede algunas veces percibir erróneamente lo que es mejor para él, pero por razones de tipo práctico y de eficacia económica, es mejor admitir que los sujetos son efectivamente soberanos en el mercado. Lo contrario sería, arguyen los neoclásicos, que los sujetos deberían de ser guiados por otras instancias, y esto supondría abrir la puerta a peligrosos totalitarismos.
La respuesta de la socioeconomía es que el ejercicio de la libertad de elección es instrumental: un medio para conseguir un fin, y como tal ha de aceptarlo también la economía, por muy difícil que le sea entender el término "fin", o incorporar "complejidades externas" a un de por sí arduo quehacer.
Efectivamente, la economía neoclásica tiene el inconveniente de poder llegar a simplificar tanto las cosas, que cuando nos venimos a dar cuenta, acabamos efectivamente jugando a través de dilemas abstractos con realidades penosas, como el paro, la recesión, la contaminación o la pobreza. El esfuerzo debe de ir dirigido a acercarse a la realidad, aunque ello suponga tratar de solventar problemas complejos como el de los fines de las actuaciones humanas.