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Avatar:
No se puede negar que Avatar marcará un antes y un después en el cine en lo que a aspectos técnicos se refiere. Con su 3D,su motion-capture, su CGI y sus mil palabras y siglas raras que no sabemos qué cuernos significan, se filmarán las superproducciones venideras. Pero no es la revolución prometida. Lo único que cambiará en el cine es que en muchas películas en vez de ver arrugas o bótox, veremos los píxels de última generación que el amigo Cameron ha descubierto/inventado. Aparecerán escenarios antes inimaginados y cierto es, que dará lugar a que se amplíe la creatividad de los autores.
No quiero que se me malinterprete, la recomiendo a todo el mundo. Visualmente es una maravilla y el entretenimiento está asegurado. Vale el precio de la entrada. Pero gente, esta no es la película definitiva que estábamos esperando. Entenderé que la votéis con miles de dieces y nueves pero, no es LA PELÍCULA.
Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’, un refrito tedioso
Esta reseña será breve y despectiva. En cambio, la película en consideración —Piratas del Caribe: La venganza de Salazar— es larga y tediosa. Sus placeres son tan escasos, su deleite en sus propias invenciones tan forzado y falso, que se convierte en el opuesto del entretenimiento. Insistir en lo contrario es una variación de la falacia del costo hundido. Ya que diste dinero a cambio de diversión, eso es seguramente lo que debiste haber comprado, y podrías aferrarte a esa idea ante lo contrario. Pero confíen en mí cuando les digo que esta película sería una estafa aunque alguien les pagara por verla.
Porque, para ser honesto, casi ni es una película. Los primeros filmes de la franquicia de Piratas del Caribe conquistaron el escepticismo con exuberancia y encanto. De alguna manera, una atracción en un parque de diversiones combinada con imágenes delirantes e ingeniosas y la presunción irreverente de Johnny Depp como el capitán Jack Sparrow contribuían a algo fresco. Sin embargo, ese espíritu se acabó hace mucho. Depp, como el capitán Jack Sparrow, hace su trabajo como una estrella de rock acabada que vuelve a interpretar sus grandes éxitos en un auditorio medio vacío. Las imágenes son tan oscuras y turbias que no se puede ver qué está sucediendo con la claridad suficiente para saber por qué no te importa. Los giros narrativos, los detalles ocultos y las sorpresas son obvios o forzados. No se puede echar a perder algo que ya está totalmente podrido.