Respuestas
Respuesta:
Explicación:
Dios los bendiga a todos, y gracias por darme la oportunidad de compartir un poco de la Palabra de Dios con ustedes. Hoy quiero compartir acerca de una de las oraciones más dramática y conmovedora, que Dios dejó escrita en su santa Palabra. Todos sabemos acerca del profeta Samuel, quien fue un hombre de Dios, un gran profeta, pero era también un hombre como nosotros, y tenía una familia, de la que algunos de nosotros sabemos poco o nada. Ve por favor al primer libro de Samuel para conocer acerca de “La Promesa de Ana”
(1 Samuel 1:1-5) Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. {2} Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. {3} Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. {4} Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. {5} Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.
Los niños siempre han sido muy importantes para la familia, y en esos tiempos, eran considerados como una prueba del amor de Dios, pero, Ana era estéril, no podía tener hijos, y Elcana, su esposo, la amaba tanto que cada año que subían de su ciudad para ofrecer sacrificios a Jehová, le daba a Ana una "parte escogida". La frase “parte escogida” del hebreo, también significa “doble porción”, así que Elcana le dio a Ana una porción “doble” de lo que le dio a su otra mujer y a sus hijos.
(1 Samuel 1:6-10) Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. {7} Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. {8} Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? {9} Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, {10} ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
Ana estaba realmente desolada. El versículo 10 dice que ella, con amargura de alma oró a Dios y lloró abundantemente. Quizás al leer estas palabras, no podemos realmente percibir, el torrente de emociones, sentimientos, dolor y pesadez que inundaban el interior del corazón de Ana. Pero Ana no confrontó a su rival con griterías e insultos, ni la atacó violentamente, tampoco se escondió en su cuarto a llorar su amargura, ella fue al único lugar donde podía recibir la ayuda necesaria, subió al templo a orar al Señor.
(1 Samuel 1:11) E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
El versículo 11 dice que ella “hizo voto”, lo que significa que hizo una promesa solemne a Dios. Podemos ver en sus palabras el compromiso y la creencia que tenía, para llevar a cabo lo que estaba prometiendo a Dios. Ella no sólo estaba pidiendo recibir algo de Dios, ella se comprometió a dar algo a cambio. ¿Recuerdan cuando Salomón pidió a Dios sabiduría? No lo hizo solamente para ser el hombre más sabio y más rico de todo el mundo, sino para servir mejor al pueblo de Dios. ¡Cuando le pedimos algo a Dios, también debemos estar dispuestos a dar! ¡Lo que sea necesario, tiempo, dinero, esfuerzo!
(1 Samuel 1:12-14) Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. {13} Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. {14} Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
Recuerden que ella estaba orando, pero todo eso fue entre Ana y Dios. Así es también cuando oramos a Dios, es entre él cada uno de nosotros individualmente, entre Dios y yo, entre Dios y cada uno de ustedes. En el caso de Ana, el sacerdote Elí, pensó que ella estaba ebria y trató de reprenderla. Pero Ana le abrió su corazón y le compartió lo que estaba haciendo.
(1 Samuel 1:15-16) Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. {16} No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.