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Nace en Salamina, Caldas, Colombia el 14 de agosto de 1898, hija de Antonio José Duque Botero y Ana Berenice Hencker Risther.
A los 19 años inicia la vida religiosa con las Dominicas de la Presentación. El 14 de Mayo de 1943 funda la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación y el 15 de Agosto de 1957 la Rama Misionera.
Caracteriza su vida un intenso amor al Corazón Eucarístico de Jesús y a María en el Misterio de la Anunciación. Promueve servir a la Iglesia en la evangelización y promoción social de niños y jóvenes, a partir de la familia, sin distinción de razas ni condición social.
Muere en Medellín el 25 de Julio de 1993.
Para Madre María Berenice el amor a los pobres, su opción por ellos, es la comprensión más auténtica del amor a Dios.
Trabajó intensamente con la Opción Católica, movimiento que le permitió relacionarse con la juventud femenina, e impulsar más tarde, en un popular barrio de inserción, proyectos sencillos a favor de la promoción humana y cristiana de la mujer marginada.
Su acción en el campo de la pastoral social marcará su opción definitiva por los pobres, el mismo que le impulsa a evangelizarlos y a encaminarse al barrio Guayaquil, catalogado por cierto, como un lugar poco recomendable.
De aquellos pasos pastorales por el barrio Guayaquil, se pueden señalar dos direcciones: en la primera hay una respuesta a la gran preocupación por la formación y promoción de la mujer marginada y la otra es la que señala su dimensión profética.
La posición de Madre María Berenice es muy diáfana porque anuncia el génesis de una nueva Congregación; piensa y actúa de acuerdo a las exigencias histórica de su tiempo, que constituye una voz para los sin voz; fue capaz de denunciar viejas estructuras y dar respuesta a ese grito de Dios en los pobres; se enfrenta a este desafío con audacia y prudencia de profeta y crea la Escuela Dominical, que mas tarde sería la escuela domestica y finalmente la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación.
La posición de Madre María Berenice es muy diáfana porque anuncia el génesis de una nueva Congregación; piensa y actúa de acuerdo con las exigencias históricas de su tiempo, que constituye una voz para los sin voz; fue capaz de denunciar viejas estructuras y dar respuesta a ese grito de Dios en los pobres; se enfrenta a este desafío con audacia y prudencia de profeta y crea la Escuela Dominical, que más tarde sería la escuela domestica y finalmente la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación.
Así pues este pequeño grupo de doce jóvenes piadosas y deseosas de consagrarse a Dios en la vida religiosa pero que eran impedidas por su condición económica y social, será el medio para afirmar definitivamente el llamado del Corazón de Jesús en un elocuente y amoroso “Te lo pido todo”, llamada que ella entendió como una efusión de gracia y misericordia del Dios de la vida y de la historia que siempre llama para algo y nunca para nada.- Lo asumió en su propia vida que la entregó gota a gota como lámpara que se consume en el altar, un 25 de julio de 1993.
En el horizonte apostólico de Madre María Berenice, aparece una preocupación, y es la urgencia de la evangelización de las familias que se cristaliza no después de haber superado indescriptibles dificultades causadas por la pobreza, la duda, la incomprensión y la no aceptación de la obra. Se lanza al apostolado en los hogares, que sería la primera jornada evangelizadora de las Hermanitas de la Anunciación.
Así, con la aprobación de Monseñor García Benítez, Arzobispo de Medellín y Padre Cofundador del Instituto, y el apoyo espiritual y material de la Madre María Inés, Superiora de la Presentación, se dio apertura a las primeras obras apostólicas de las Hermanitas de la Anunciación al cuidado de los niños en los hogares de las familias pudientes de Medellín. Las primeras mensajeras comprendieron muy bien la palabra de Cristo: “La mies es mucha y los obreros pocos”. El apostolado en los hogares era un gran desafío que debían enfrentar con humildad, sencillez, abnegación, sacrificio y donación total, en una actitud de amor y reparación.
Madre María Berenice, fiel al espíritu de Jesús sostiene que: “la palabra apostolado encierra en sí algo que irradia fuerza, entusiasmo, alegría, vida divina, y así deben comprenderla las Anunciatas y vivirla particularmente en los hogares, célula de la sociedad, principio de vida, para aquellos que sean más tarde los ministros de Cristo y de su Iglesia, los gobernantes de los pueblos, dirigentes de obras religiosas santas o madres, según el corazón de Cristo.
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